REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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REFLEXIONES MARIANAS JESÚS Y MARÍA UNIDOS COMO EN UN SOLO CORAZÓN.

“Ved ahí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán el nombre Emmanuel, que se traduce: Dios con nosotros” (Mt 1, 23)
domingo, 13 de septiembre de 2020
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Pregunta: ¿En alguna ocasión te has puesto frente a Cristo Nuestro Señor crucificado? ¿Has repasado sus llagas, heridas y la corona de espinas? ¿Sí lo has hecho que encontraste en Él? ¿Y qué te dices? ¿Te reclamo? ¡No! ¿Viste algo en Él? ¡Nada! Falta de fe ¿Qué te manifiesta el Señor en tu vida verle clavado en un madero que forma una cruz? ¿Sabes porque esta así? ¿Temes levantar la vista, porque al hacerlo entiendes lo que no quieres reconocer, porque con el solo hecho de verlo vienen a tu memoria tantas amarguras, tribulaciones y desengaños, a pesar de reconocer los errores nada haces por acercarse a la bondad infinita, dejas que ese impulso quede en el recuerdo? Estas y muchas preguntas que no solo son en ti, sino que también vendrán a la mente de tantas personas como pecadores existen en el mundo, no se da contestación de viva voz porque se teme, nada se gana escondiéndose en el silencio porque la realidad siempre está latente.

Dios Nuestro Señor ve los corazones y descubre su realidad, pero el mundo se niega ver que su mirada es misericordia, estar ante Él a solas es la mejor oportunidad de hablar íntimamente, ¿Que pensar? El engañado de sí mismo se la hace simple: Eso a mí ¿Qué? En muchos la conciencia trae recuerdos y se hace un nudo en la garganta convencidos de la verdad de sus hechos asustados voltean como si alguien escuchara; pocos son los que razonan sus errores y luchan en contemplar a nuestro Salvador crucificado, es cuando la conciencia invita a la reflexión de seguir por ese camino hasta llegar a un razonamiento: “porque no me detengo al momento de caer poner mi corazón a ti Señor que viniste al mundo a padecer por mis pecados” El Padre Faber ilustra a encontrar el punto de unión en la mente al elevar el alma a Dios considerar sus atributos divinos; “A favor de esta contemplación podemos también acrecentar singularmente nuestra devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo penetrando momentáneamente alguno de los misterios con la luz que nos llegue de los dolores de María”.

El ímpetu que dispone al pecador para no caer en pecado es escuchar la conciencia, está habla pero si no hay atención a ella la consecuencia es agravante después de la caída ” bueno sería que todo hijo de Dios tuviera no en la memoria sino en el corazón el ímpetu de escucharla detenerse y volver a suplicar y obrar para recuperar tanto el estado de gracia perdido como por la perseverancia recuperarlas y con obras reivindicar el alma ante Dios, mostrarle de palabra obra y pensamiento lo prometido, de otra forma las palabras serán burbujas de jabón que al ascender unos metros se reventaran y continuara el silencio ante el Crucificado; otros no es de dudar recuerdan las muchas cosas malas que hacen y han hecho están en ellas de una y mil formas, ante la frialdad e infidelidad terminan por dejar solo a Cristo Nuestro Señor en el calvario, quien espera lo que no puede brotar de los labios el arrepentimiento suplicante; “¡Perdón Señor, perdón!” Sabemos que este acto de contrición sincero es voluntad de hacerlo todo hijo de Dios; sabemos, compungidos unos, conmovidos otros, algunos arrepentidos y los convencidos que sufren por sus debilidades, como los que están encerrados en un corazón endurecido que no les importa ni se piensa en el estado de su alma, en el estado de gracia, en el estado que se ha caído; los propósitos esplendor de un momento efímero que como humo se dispersó, pocos los perseverantes que para su consuelo dijo Jesucristo Nuestro Señor; “Porque muchos son llamados, más pocos escogidos” Todos podrán empeñarse en mantenerse constantes si lo quieren, más pocos los que por sí mismos hacen suyo el llamado y por sus hechos darán a conocer a Cristo Nuestro Señor en la cruz en toda su realidad.

Veamos lo nuestro, ¿sentimos pena y dolor por nuestros pecados? ¡Sí!; ¡se reconoce que una y otra vez pasan los recuerdos de las cosas malsanas y maléficas, perversas imágenes y cuando ahondamos en ellas sacude del alma el temor? ¡Sí!; ¿Ansiosos buscamos arrepentirnos? Esta tolvanera de impulsos pasajeros poco a poco se va asentando el polvo en el corazón desértico.

Terminamos pensando en los males de nuestros males sin salir de ellos solo se les da vuelta, pero continúan. A Cristo en la cruz se le hizo escarnio por los esbirros del sanedrín; “¡Si eres Hijo de Dios baja de esa cruz y sálvate!” Pasan los siglos y no cesa de escucharse esta sacrílega e irreverente profanación al cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo Nuestro Señor, seguimos escuchado de esos escarnios la estridente risa irónica de esos inicuos engañadores; Somos egoístas, no pensamos en la dolorosa agonía de Jesucristo Nuestro Señor en la cruz que fue su lecho de su muerte, más bien apurados e incomodos se evade huyendo de la realidad, ansiosos de salir y volver al estado de paz y tranquilidad.

Sin pensar que el Hijo de Dios, Cristo Nuestro Señor vino al mundo a pagar por la salvación de todos los pecadores, vino a sufrir y padecer los tormentos de su pasión, sentir el desgarramiento de la punta del clavo que fue horadando sus divinas manos y pies, el clavo hace sentir la violencia de un dolor severo al introducirlo los verdugos en sus virginales carnes, es una violenta descarga eléctrica fulminante al interior de su divino cuerpo, ardor que corre de arriba abajo, dolor que crece y no se detiene; dilacerada injustamente su espalda por los azotes, desfigurada la faz de su rostro por los golpes muestra misericordia por su verdugo; “¿Por qué me interrogas a Mí? Pregunta a los que han oído, qué les he enseñado; ellos saben lo que Yo he dicho.

A estas palabras, uno de los satélites que se encontraba junto a Jesús, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes Tú al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Sí he hablado mal, prueba en que está el mal: pero sí he hablado bien ¿Por qué me golpeas?” Ese golpeador se habrá quedado cohibido no entendió el llamado del Señor.

Lo anterior es una pequeña pincelada de lo que sufrió y padeció Cristo Nuestro Señor para salvarnos del pecado, pero viene la pregunta ¿Ahí queda todo para ti? ¿Reconoces y crees que vino a padecer por ti? No se niega que se cree haber venido a padecer, pero en el actuar nos quedamos es como si se metiera freno hidráulico a los valores del alma que inmoviliza toda limpia intención.

Hasta aquí hemos conocido una pequeña parte de toda una parte de los sufrimiento, dolores y padecimientos de Jesucristo Nuestro Señor.

La sangre del Justo fue el pago a los pecados de todos los seres humanos que pasan por el mundo. Cristo Nuestro Señor por decir la afianzo y fortaleció, reforzo y fortifico la esperanza de salvación para la humanidad.

Los inimaginables dolores de Jesucristo en la cruz fueron un tormento intenso que de menos fue a más, ahora pongamos atención; Alguna vez se ha entrado a la Pasión de Cristo Nuestro Señor, ¿Qué su agonía es su obra? ¡Totalmente cierto! Es obra de esperanza y salvación a todo hijo de Dios.

El Santo Evangelio da la respuesta en toda claridad; “Jesús, viendo a su madre y, junto a ella, al discípulo que amaba, dijo a su madre; Mujer, he ahí a ti hijo.

Después dijo al discípulo; He ahí a tu madre. Y desde este momento el discípulo la recibió consigo”. ¿La esperanza de salvación qué significación tiene? Lo tiene en toda la extensión de la palabra, María Madre del corazón hermoso le ha sido heredada en la agonía de su santísimo hijo, ser madre nuestra quedo proclamado a los siglos: “Heredó a la humanidad de todos los tiempos a mi Madre, ella será la puerta de salvación” ¡Sí! Por ser Ella la Madre de Cristo, Madre del Creador, Madre del Salvador la eleva como Madre de la divina gracia será refugio de los pecadores.

La presencia de María Virgen habrá de entenderse, comprenderse y valorarse, es obra de Dios antes de todos los tiempos del mundo y el universo, por la fe cree el cristiano católico la redención de la humanidad obra y deseo de su divino Hijo Jesús, y se “Manifiesta la distinción entre la compasión de María y la Pasión del Jesús” El Espíritu Santo deposita al Verbo encarnado en su seno y de Él lo recibe María en sus benditos brazos, la oscuridad del mundo se disipa en Belén donde se enciende la luz de la esperanza salvadora, pues al recibirlo, la ternura de María su Madre, su amor maternal obedece llevarlo a su regazo y por obra de Dios Padre el corazón del Niño se une para toda la eternidad al de María su Madre, he aquí que sin merecer se nos concede el don de apreciar la elegancia y belleza de como Dios Nuestro Señor realiza la obra redentora que en adelante será sufrir el corazón de Jesús, y más el de María su Madre, el de la Madre sufre y padece, el del Hijo padece, amor reciproco desde el pesebre de Belén, Egipto, Nazareth, Jerusalén y continua al paso de su vida terrena hasta el término del mundo.

La pasión de Cristo Nuestro Señor ilustrada en los Santos Evangelios desde la última cena en adelante María su Madre lo vive como Él.

Nuestro Señor no estaba solo, el corazón de María estaba a su lado sufriendo con Él en un grado mucho muy alto, dolor que ningún ser humano ha padecido en la historia del mundo, la Madre de Dios María vive en su corazón los injustos agravios, injurias, tormento, laceración de su divina espalda, por obra de Dios María era sacudida en un dolor que no hay palabras para explicarlo, pongamos atención a la narración del Evangelista, en el culmen de su pasión María está al pie de la cruz; “Junto a la Cruz de Jesús estaba de pie su madre, y también la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena”.

A ese momento en el mundo y el pueblo que vino a salvar reinaba la oscuridad pecadora, reconozcamos, la fe en las santas mujeres era consuelo a sus dolores, pero de entre está fe ahí presente resalta en una distancia que no tiene medida la fe de María la Madre de Jesús que conforta y alienta, anima y consuela el corazón del Hijo ofendido por la ignominia humana, igual y mucho mayor es el corazón de María donde ella sufre el lacerante dolor que la espada causa cuando va resbalando sin detenerse a su corazón, dolor y más dolor, cada vez más hiriente ver la agonía de su Hijo, es la espada profetizada por San Simeón, que al tener al Niño en sus brazos, todo eso María desde pequeño lo guardo en su corazón y poco apoco ve la veracidad de la profecía, vive la aflicción clavada en su Inmaculado corazón del cual nació Jesús.

Al momento priva el dolor, el sufrimiento y la congoja, la fe de María no vacila es firme lo que debemos apreciar en nuestra vida de pecado, aunque humanamente todo lo divino parezca fallar, la profecía del ángel que había prometido para su Hijo el trono de David es verdad, así en nuestra desesperación es buscar en nuestra Madre la esperanza.

El Padre Federico Faber manifiesta la inmensidad de los dolores de la Madre de Jesús acerca del gran misterio de la Encarnación; “La medida de los padecimientos de la Madre no será otra sino la grandeza del amor que su Hijo le tiene; así como la profundidad misma de los dolores de la Madre será la mejor medida del amor que ella Profesa al Hijo” Jesús y María unidos como en un solo corazón.

¿Y los dolores de María? Nuestra Santa Madre Iglesia desde el siglo IX eran ya sus dolores objeto de devoción. En el siglo XVII es celebrada con solemnidad por los Servitas la fiesta de los Dolores de la Santísima Virgen, extendida por el Papa Pio VII a toda la Iglesia en 1814 y en 1912 la fijo Pio X el 15 de septiembre, hasta aquí lo histórico, ahora la razón; ¿Cuántos son los dolores de María que padeció: Son siete, la Profecía de San Simeón dijo: Él había de ser no solamente “luz para ser revelada a las naciones” sino también “la gloria de su pueblo de Israel” que de tal manera lo rechazaba y entregaba a la muerte por medio del poder romano, luego la huida a Egipto, El Niño perdido y hallado en el Templo, Jesús camino del calvario con la cruz a cuestas, Al pie de la cruz, confortarle en la crucifixión y muerte de su Santísimo Hijo, El descendimiento de la cruz, el Santo entierro, enumerarlos es recorrer con María los dolores desde el nacimiento de Jesucristo Nuestro Señor hasta el Santo Sepulcro.

Llevando la Madre dolorosa el pesar en su corazón dispuso encontrase con Él en la Vía de dolor, tal fue su sorpresa que estuvo a punto de desfallecer, ver a su Hijo Jesús que siendo el bien es la verdad llevado en condición humillante y deshonrosa por la ignominia de los hombres a los que vino a salvar del pecado; su Hijo lleva sobre sus hombros la cruz con todos los pecados del mundo, pero más doloroso y angustiante verlo caer en tres ocasiones, María su Madre entendió que el peso de los pecados era terrible, Ella fue la única alma que comprendió en ese momento que la razón de sus caídas fueron el peso de todos los pecados de la humanidad cifra indescifrable pesa el dolor en su corazón y en todo el ser de María, en Ella es más fuerte el dolor tormentoso de su sufrimiento que el del Hijo.

El dolor en la agonía de Jesús es una fuente inagotable de gracias que recibe la Madre por su Hijo, ¿Cuáles fueron? Infinidad, pero la importante es habernos heredado a su Madre a ser Madre nuestra, no es de dudar que, al recibir la nueva responsabilidad de su Hijo, las palabras de María que brotaron de su corazón al de su Hijo fueron las mismas de la aceptación en la Anunciación; “He aquí la esclava del Señor, hágase en Mí según tu palabra” Y por obra de Dios, Jesús y María unidos como en solo corazón velan la salvación eterna de las almas.

La madre de la tierra ¿Por qué conoce de los hijos sus goces, alegrías, penas, tristeza, estado de ánimo y rencores? Con solo verlos acierta lo que les pasa, todo hijo sabe que así es por eso cuando arriba a casa esconde la mirada de su madre pues vendrá la pregunta ¿Hijo que te pasa? El problema es decirle lo que se trae dentro, podemos afirmar que es una gracia de Dios que poseen las madres para encauzar a los hijos de toda edad, por eso es el amor a ella, así las cosas, que podemos pensar de la madre que Cristo Nuestro Señor nos heredó antes de entregar su alma al Padre, sí nuestra madre del hogar ve ese “algo que tiene su hijo”, María Madre Nuestra ve todo lo que agobia, lo que se padece, las penas, nada escapa a su vista y corazón, imposible engañarla, es muy posible que ese hijo que no halla cómo hacer para superar el problema que le tiene abrumado y oprimido escuche en su corazón las mismas palabras que Nuestra Madre Santa María de Guadalupe refirió a Juan Diego; “¿Qué hay hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas?” Amorosa y tierna pregunta, que nos dice todo;” Hijo mío, a donde tu vas nada podrá resolver tus penas, ven a mi regazo deseo consolarte, tranquilizar tu alma, vencerás tus penas, tristezas y pasiones, dejaras tu conducta perversa, y recibirás de Mí los bienes del alma que tanto veo en ti necesitas, recuérdame Yo soy María la Madre del corazón hermoso.

Hijo mío quiero recordarte, que así como tu hoy padeces Yo sufrí mucho los oprobios, burlas y mofas contra Mí hijo amado, fue inmerecido pero necesario para salvarte, se me ha dado la gracia de ser Madre tuya para convencerte de esa vida en la que estas envuelto, dame la oportunidad acercándote a mí, lucha y esfuérzate en vencer tus debilidades y toma como una saludable devoción mis siete dolores, veras y sentirás las gracias y bienes que de mi recibirás, serás portador del goce de mi santísimo Hijo Jesucristo”.

Para llegar a Él habremos de imitar de Ella la fe que su prima Santa Isabel le ha señalado como una gran Bienaventuranza y que San Pablo nos lo manifiesta para abrir nuestro corazón a la Madre del buen consejo; “El justo vive de la fe y María guardó las palabras meditándolas en su corazón, y creyó contra toda apariencia”.

hefelira@yahoo.com

 

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