REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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La Fe, La Esperanza y La Caridad

“Volviéndose a sus discípulos en particular, dijo: ¡Felices los ojos que ven lo que vosotros veis” (Lc 10, 24)
domingo, 23 de agosto de 2020
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El Santo rey profeta anuncia a los siglos: “En el Señor se gloriará mi alma; oigan los afligidos y alégrense” David, poseedor del don de la profecía pide ser escuchado no sólo por el afligido o el pecador, pues la obra de misericordia con el que Dios Nuestro Señor y su Santísimo Hijo socorren es para que el pecador encuentre en ella la tabla de salvación ante la necesidad espiritual, encontrarán las generaciones venidas al mundo el conocimiento de cómo su misericordiosa voluntad auxilia y conforta el Señor al desvalido y vapuleado, maltratado, golpeado y fustigado por los pecados y los males del mundo, así, todo hijo confiando en su misericordia la inclina a compadecerse de los sufrimientos y miserias humanas cuando las pasiones atribulan el alma, sea la confianza en Él dejar atrás los impulsos de la obstinación y todo aquello que la desconcierta por la amargura y sufrimiento.
El punto esencial es la virtud de la Caridad, esto es, dar de corazón misericordia al prójimo como Cristo Nuestro Señor enseña desde su nacimiento hasta este momento de tiempo de vida al concedernos tantos bienes que la inmensa mayoría rechaza.

La parábola del Buen Samaritano legisla para que seamos misericordiosos como su Padre. De acuerdo a los estudiosos del Nuevo Testamento lo conocido en el Evangelio de San Lucas como Infancia Espiritual y la parábola del Buen Samaritano va a demostrar a sus discípulos, al pueblo judío, y la posteridad en cada siglo quién es nuestro prójimo, entendido su contenido se deducirá entre otras muchas cosas que Jesucristo Nuestro Señor revela en esta Cátedra a modo de reflexión la enseñanza para conocer y aplicar en nuestro actuar de la vida diaria las virtudes Teologales: La fe, la esperanza y la caridad, de ellas algunos dirán ¿Acaso son esas? Otros dirán: ¡ya las conozco! Otros más, he escuchado de ellas al Sacerdote los domingos, viene la pregunta directa surgida de la observación interior de nuestros pensamientos: ¿Las practicas? ¿Las valoras en el quehacer de tu existencia? Muchos hay que titubeamos responder; otros en silencio piensan: ¡vaya pregunta! Algunos, justificándose injustificadamente afirman no sé cuáles son; por halla los temerosos dirán no me acuerdo de ellas; el desidioso dirá, recuerdo que lo aprendí cuando chico asistía a la doctrina, al menos en todos algo supieron pero hasta ahí quedaron las virtudes Teologales, en todos fue pasajero, la realidad es que muchas almas las desconocen porque no existe interés por tener relación con Dios Nuestro Señor, es escuchar que se habla de alguien desconocido, pero eso sí, viven atentos y preocupados por las cosas del mundo, están al tanto de noticias y actualizadas las novedades para los “negocios” olvidando que el único destino en esta vida de todo ser humano es la salvación de su alma, olvidando que a eso hemos venido al mundo.


La parábola del Buen Samaritano muestra a Cristo Nuestro Señor misericordioso, por lo que su deseo es que seamos misericordiosos como lo es con nosotros a ser igual o más con nuestro prójimo, pero la inmensa mayoría prefiere dejar de lado eso de ayudar al prójimo y alejarse por no querer responsabilidades ni meterse en vidas ajenas, se aparta de aquel que se acerca hacerle reflexionar y se molesta porque no quiere que nada le impida hacer lo que le gusta, evita a quien le diga: “estás mal, ayúdalo, tú puedes hacerlo” ¡Claro! Se anteponen los bienes del alma a los efímeros del mundo sobre todo aquellos que dan placer y deleite, satisfacciones y éxitos, porque los espirituales no dan eso, al contrario requieren de la penitencia, del ayuno, de las obligaciones a cumplir como cristiano católico, el sacrificio de las tentaciones, entrega, oración, frecuencia de sacramentos y lo que la piedad y devoción requiera para que el pecador venza sus inclinaciones perversas, hábitos y costumbres perjudiciales, cuando se está en lucha incesante por evitar ser atraído por la tentación, es cuando con tesón logra el pecador modificará su conducta no le importa ir cuesta arriba pues va con gozo, domina su cansancio y el enfado que convierte en alegría por eso, quien no desea seguir a Cristo Nuestro Señor se dice así mismo: “Eso no es para mí”, así es la conducta humana para con Dios su Creador en las generaciones que vienen y se van del mundo, es imperioso a como están hoy las cosas en el mundo ser misericordioso con el prójimo punto vital de salvación hacer de la caridad el medio a perseverar hasta el fin en Dios Nuestro Señor; la misericordia que Cristo Nuestro Señor da a conocer en la parábola del Buen Samaritano a todos los siglos posee el valor espiritual que trasciende en el convencido que cree en la divinidad de Cristo Nuestro Señor; que cree en su palabra, mandamiento, doctrina y Evangelio, es el convencido que el Señor es el camino, la verdad y la vida por lo que se dispone ganar la gloria, atesorando en su favor las gracias derivadas de la fe, esperanza y caridad.


Puntualizando; la fe es una virtud sobrenatural por la que creemos todas las verdades que Dios nos ha revelado, la debemos creer porque Cristo Nuestro Señor el Hijo de Dios enviado por Él vino a enseñarnos, así para evitar desconciertos del incrédulo es deseable que Dios concederá un destello de su verdad para recapacitar y permita avizorar su error, mientras es como barco en medio de una tempestad a punto hundirse, el capitán busca la luz del faro que lo guie a puerto seguro, es así comprender que en la naturaleza divina de Dios no existe el engaño, existe la luz amorosa de su amor a los hijos creados a su imagen y semejanza.

Jesucristo Nuestro Señor guía a su divina bondad, estando con sus discípulos quienes tienen fe en Él, lo reconocen como afirmó Pedro; “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” Muestra de fe no sólo de Pedro, como cabeza de los discípulos aceptan su declaración fe porque están unidos a su afirmación creen en Él, siendo prácticos, Nuestro Señor para hacer esta revelación conoce en el corazón de cada uno de los discípulos la fe anidada, de haber descubierto una ligera duda no habría obrado, sigue adelante en dar reconocimiento a su fe, los motiva porque sabiendo sus discípulos que en su palabra está siempre la verdad la reciben con gozo encendiéndose aún más el amor hacia su Señor, su palabra entrega el reconocimiento que no esperaban quienes le han sido fieles desde el llamado recibido de su parte, ahora da a conocer la revelación que viene de su Padre, reza el Evangelio; “Y volviéndose hacia sus discípulos en particular, dijo: ¡Felices los ojos que ven lo que vosotros veis! Os aseguro: muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron” Revela ser la verdad, lo ha hecho con toda claridad; “¡Felices los ojos que ven lo que vosotros veis!” Traducimos, “¡Felices los que como vosotros creéis en Mí!”.

A su paso por el mundo reveló su divinidad a los que le seguían, estos escucharon su revelación y no se conmovieron se molestaron no querían entender por ello lo negaron, criticaron y señalaron de mil razones para echar por tierra su revelación, esa actitud en los suyos afirmó su fe, al paso de los siglos cada negación contra Dios Nuestro Señor queda más afirmada su divinidad a pesar de los ataques virulentos, en los suyos las cosas fueron como debe ser en todo cristiano católico, escuchar su mensaje con avidez de encontrar en ella el consuelo, el incentivo de dar lo mejor de sí mismo, de amor al prójimo corresponder a quien es generoso que como seres humanos recibimos de su voluntad.

Los discípulos escuchan la palabra que les dirige a su corazón que se apasionó, encendió e inflamó a más amor porque tuvieron la gracia de conocer que en verdad ver a su Maestro es escuchar a Dios mismo.

Clara es la revelación y sinceros los corazones que escucharon y aceptaron, envueltos en una felicidad diferente a las cosas que se reciben del mundo vive su interior el suave ardor que enciende la fe y confianza en Jesucristo Nuestro Señor.
En la parábola del Buen Samaritano Jesucristo Nuestro Señor nos ilustrara a encontrar en ella las virtudes de la esperanza y caridad.

Tendremos dos situaciones a la pregunta del doctor de la Ley, la parte concreta y la práctica, ya que está parábola se propone mostrar a los siglos quien es nuestro prójimo.

Estando reunidos sus discípulos, el pueblo y entre ellos escribas, fariseos y sacerdotes del templo de pronto; “Se levantó entonces un doctor de la Ley y, para enredarlo le dijo: Maestro, ¿qué he de hacer para lograr la herencia de la vida eterna?” Aprendamos de Nuestro Señor hizo caso omiso a la insolencia y falta de respeto de quien dice reconocer ser su Maestro; “Respondióle (Jesús): En la Ley, ¿Qué está escrito? ¿Cómo lees?” El doctor de la Ley debió sentir un impulso que le obligo y no pudo esquivar responder ya que su intención era que el Señor lo dijera, así que contesta; “Y él replicó diciendo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”.

Es de apreciar que el doctor dio la respuesta con exactitud, no hubo corrección, la recitaban varias veces al día la llevaban escrita en su filacteria (Una especie de portafolio que colgaban del hombro) Es posible que conforme la fue pronunciando su corazón se enciende motivado, podíamos decir que se sintió diferente, pero como muchos al rezar, pasa el momento de la “devoción” todo queda en nada.

“Dijo le (Jesús) Has respondido justamente. Has esto y vivirás” Le dio entender a este doctor: “deja las actitudes de ostentación, deja tus actitudes de hacer lo contrario a lo que predicas, corrige estas a tiempo, veo que sabes y conoces el camino que está en ti hacerlo, por eso hazlo”.

La misericordia de Dios mostro a este doctor donde encontrar esperanza de vida eterna, amándole de corazón no de palabra sino de obra y pensamiento, esta es la enseñanza a nuestro proceder, si para cumplir el amor a la persona que se ama lo hacemos complicado pero al final hay conciliación; en el caso de nuestro deber para con Dios Nuestro Señor complicamos nuestra vida dejando de la lado la esperanza que es amar y servir a Dios, a ello si le ponemos obstáculos, cuando que debiera ser lanzar al cesto de la basura el orgullo y la vanagloria por la sencillez y humildad a Dios quien pide ir al prójimo a cultivar la virtud de la esperanza.
Despertó en el doctor de la Ley a la realidad maldosa por la que está ahí intenta justificar su actitud le preocupa el sanedrín que estando con él lo acuse de traidor y reacciona ostentoso; “Pero él, queriéndose justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?”.

Este es el momento que espera Jesucristo Nuestro Señor para exponer la parábola y dar oportunidad a encontrar en ella la virtud de la caridad; “Jesús repuso diciendo: Un hombre, bajando de Jerusalén a Jericó, vino a dar entre salteadores, los cuales, después de haberlo despojado y cubierto de heridas, se fueron, dejándolo medio muerto” Por lo que se ve este mal de hace cientos de años hoy continua en los corazones de seres humanos con acciones más sanguinarias.

El punto de donde parte la enseñanza lo tenemos, un hombre agónico golpeado salvajemente, robadas sus pertenencias, más ofensa cruel dejarle tirado sobre la arena del desierto, el calor sofocante, los dolores y heridas le impiden levantarse y menos caminar, la sed y la sangre perdida le tiene al punto de la muerte.

Ahora el Señor muestra la actitud inhumana del ser humano para con su hermano. Los personajes que Nuestro Señor da a conocer, son los más obligados en asistir a uno que reconocerían ser su feligrés, hombre de su misma nación, esto no exime ayudar solo a los de tu raza es reconocer por su prójimo, error pensar así, el prójimo son todos los habitantes del mundo.

El disimulo ante la adversidad del prójimo es cosa de todos los días en este mundo, sea de la edad que sea, verlo en desgracia, dolor, pena, quien al verlo o sabe de ello se aparta, verlo caído es no verlo, aduciendo tener cosas que hacer, compromisos urgentes, cuando que nada es cierto, se niega la misericordia de la caridad dentro de sí mismo; niega al pordiosero que pide, niega al desvalido que suplica, pasa a su lado sin siquiera una palabra de confort, el egoísmo de no dar es el común de los actos humanos, si bien no se ayuda se le golpea criticando su situación con las palabras torpes e injustas, lleva a los suyos en el hogar el comentario y menosprecio a los padres, hermanos y con tanta persona encuentra, todo lo que nos rodea es imperfecto dice a su interior: “halla con sus cosas a mí no me metan en componer lo que no me importa”.
“Casualmente, un sacerdote iba bajando por ese camino; lo vio y pasó de largo.

Un levita llegó asimismo delante de ese sitio; lo vio y pasó de largo”. Jamás existió caridad, mucho menos misericordia, todo fue negado.

Reconozcamos en el samaritano a Cristo Nuestro Señor, el herido somos todos los pecadores, observemos cada paso del Buen samaritano, para ello es traer a la memoria que los judíos no querían nada con los Samaritanos, los odiaban, los acusaban de infinidad de cosas, entre ellos decir pareces samaritano era un ofensa, un señalamiento de torpeza, debilidad y causa de burla, ello indica no existir buena relación; “Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba, lo vio y se compadeció de él.

Y acercándose vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; luego poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo condujo a una posada y cuidó de él”.

Es Dios Nuestro Señor pródigo en su misericordia, encontró un hombre en condiciones críticas de dolor y pesar, humillado y ofendido, menospreciado por quienes debían confortarle en su penar fue despreciado los que debían ser caritativos.

El Samaritano nos muestra en el prójimo la virtud de la caridad, comprendamos, debemos cumplir el mandamiento de la Ley de Dios para con él prójimo: siendo misericordiosos.

Ha confortado al hombre que fue golpeado y robado sus bienes, la crítica mordaz y burlona desvirtúa el bien del samaritano de ser misericordioso; “Al día siguiente, sacando dos denarios los dio al posadero y le dijo: Ten cuidado de él, todo lo que gastes de más, yo te lo reembolsaré a mi vuelta” Enseña el Señor amor a Dios sobre todas las cosas, amar y servir al prójimo es poner en nuestro corazón el rostro de Cristo Nuestro Señor al ayudar a nuestro prójimo.
Concluye el Señor la parábola interrogando al doctor de la ley; “¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de los bandoleros?”.

El doctor de la ley no razonó la parábola cerrando su malestar contra el Samaritano que entiende y reconoce es su Maestro; “Respondió: El que se apiadó de él.

Y Jesús le dijo: Ve, y haz tu lo mismo” La respuesta que da Cristo Nuestro Señor al doctor de la Ley va dirigida a las almas de todos los tiempos, muestra la cerrazón del corazón que desprecia y no ama, que rechaza para no servir, la enseñanza concluye poner empeño en la práctica de las virtudes teologales la Fe, la Esperanza y la Caridad, imitando a Jesucristo Nuestro Señor siendo misericordiosos con nuestro hermano en desgracia.
hefelira@yahoo.com

 

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