REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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Fe y confianza en la providencia de Dios

“Por esto os digo: no es preocupéis por vuestra vida: qué comeréis o que beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis. ¿No vale más la vida que el vestido?” (Mt 6, 25)
domingo, 6 de septiembre de 2020
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Es convicción del cristiano católico rogar constante y suplicante a Dios su Creador su protección, a consecuencia de ello es luchar en todo el tiempo de su vida terrena por mantener en el alma y corazón como en las facultades del alma (memoria, entendimiento y voluntad) el reconocimiento de sus propias limitaciones, ya que de no controlarlas los defectos, debilidades y miserias humanas enquistadas en la persona esperan el momento para desencadenar el rompimiento del orden espiritual en las almas, envolverlas al mal comportamiento a la persona hasta hacerle perder la gracia alcanzada.

La preocupación de todo ser humano es comida, vestido y disfrutar las cosas “fascinantes” del mundo, si fuera preocupación pasajera seria normal, pero no es así, eso de no tener para lo que se quiere es delirante y desesperante, por ello procurar tener una vida ordenada pesa por la ansiedad y la inquietud de las cosas del mundo terminando por realizar lo que no se debe hacer, es incongruente de muchos jugar dos cartas, la buena y la mala, ambas no darán el triunfo, solo una de ellas; en la vida de cada persona ser bueno y obrar con maldad no se puede unir, es poner leche en un vaso con lodo que hace perder el efecto del primero, lo segundo destruye lo bueno del primero, sabiendo la consecuencia es resolverse en definitiva: voy a lo primero o me dejo en lo segundo y para nuestra realidad de hijos de Dios, esto es para sálvame o condenarme.

Es obligado en el cristiano católico contemplar en Dios Nuestro Señor al Padre amoroso que ve lo que no ven sus hijos, pudiendo de nuestra parte manifestarle de palabra, obra y pensamiento la fe y confianza en su providencia, valorando que sin su ayuda nadie podrá mantenerse firme.

Dios Nuestro Señor creo en la naturaleza del ser humano hacer el bien, ser bueno, bondadoso y caritativo con el prójimo como su Creador, para que toda alma se dirija a Él en orden a su salvación, el Señor ve con anticipación la necesidad de dar su amparo y asistencia a que las almas se mantengan firmes y perseverantes en Él, venciendo lo nocivo de esas limitaciones para dirigirse al saludable y provecho bien del alma.


Como la memoria de los seres humanos es olvidadiza, aun padeciendo la opresión del alma por “aquello” que altero la vida por mucho o corto tiempo, necesita tranquilizarse para volver la paz a su alma; a pesar de haber vivido en carne propia el dolor, herido su corazón por la pena y el agobio, pero al tiempo olvida volviendo al mismo camino que le trajo los problemas, no se recapacita en la causa que ha llevado a esa situación, si la persona preocupada por el mal estado de su alma no reflexiona en ese ahondar es porque esquiva recordar lo amargura de su realidad le manifiesta que todo se debió por haber perdido la fe y confianza en la providencia de Dios, si de corregir la vida se trata es bueno atraer, profundizar y cimentar los sentidos del alma a la realidad de los males padecidos expulsarlos y desenraizarlos del corazón o retornaran con más fuerza, es como cuando operan al que padece cáncer, extirparlo es podar, al abrir su cuerpo y ver que el cáncer ha invadido los órganos del enfermo, viene la impotencia en los médicos no poder hacer nada, hacerlo será activar el mal agravando, ante esta realidad irreversible buscan desesperados los suyos otro médico, pero del el alivio del alma ante la caída del cuerpo la preocupación de la familia es lo primero y no lo primero; exactamente es igual en los males del alma pecadora, el Señor enseña; “Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, recorre lugares áridos, buscando reposo, pero no lo halla.

Entonces se va a tomar consigo otros siete espíritus aún más malos que él; entran y se aposentan ahí, y el estado de ese hombre viene a ser peor que el primero” Esta es la lucha, cada persona es un campo de batalla donde las fuerzas del bien contra el mal tienen como objetivo final apoderarse del alma, esto quiere decir que en este paso de la vida es definir estoy con Cristo Nuestro Señor o estoy contra Él; soy hijo de Dios, pero no quiero serlo; sirvo a mis asuntos, porque eso de cumplir mandamientos contradice lo que me deleita y gozo dentro de mi persona.

Dios Nuestro Señor enseña a preocuparnos no de las cosas del mundo como el comer, beber, tener dinero, poder, autos, y propiedades esto se refleja al exterior con actitudes absurdas e inconcebibles porque la persona sumida en desesperada situación vive en tensión de no perder lo ganado, realiza acciones titánicas efímeras para acrecentar el poder temporal que ha ese momento puede hacerlo más grande, no aprecia que el andar de la vida terminará mientras viva en el mundo falaz al que se ha acostumbrado.

La realidad es estar convencido que desde al nacer todos los seres humanos participan cada día y hora, minuto y hasta segundo tiempo valioso de valor inestimable para las almas dado que su vida terrena es luchar por la salvación o el desamor que va perder su alma, lo importante es atesorar bienes en el cielo que pueden obtenerse de forma gratuita, en los Santos Evangelios, los Mandamientos de la Ley de Dios, es la doctrina predicada por Cristo Nuestro Señor, la frecuencia de sacramentos, la oración, meditación, asistencia a la Santa Misa y tantos bienes de piedad y devoción embellecen el alma y la enaltece al gloriarse ante Dios, la galanura del alma sobrepasa a las almas que se envilecen del mundo, pudiendo exaltar su alma con los medios que Dios entrega; instruye San Bernardo de Claraval; “Dios no mira lo que hacéis, sino con que voluntad lo hacéis”.

Sencilla fórmula en su lectura, pero obra maestra es “la voluntad con lo hacéis” Las personas incrédulas arraigados en los males de una vida contraria al orden del mandato divino darán la insolente expresión: “exageras la nota” No es así, la realidad es cuando el pecador pierde la fe y confianza en Dios, no puede por sí mismo apartar de su mente al despertar a un nuevo día tiene en la mente cosas malas, consiente pensamientos que inducen a la fornicación, urdir intrigas, planear trampas a perjudicar al prójimo, aprovecharse para agredirlo y ponerlo en evidencia, burlarse de él o buscar la forma de embestirlo es una mala acción que se extiende al exterior y terminará con la ayuda de Dios.
San Juan Crisóstomo Doctor de la Iglesia, esclarece e instruye en las almas distinguir la acción y efecto de los bienes que de su generosidad Dios Nuestro Señor ha depositado en la conciencia humana para prevenir contra las inclinaciones que favorecen su caridad misericordiosa, da el consejo para obrando bien y evitando todo mal el cristiano católico conserve su lealtad, comprendamos, nada detiene al Señor llamar una y otra vez al corazón, su acción no tiene límite, pero cuando se carece de fe no se escucha, menos se ve y más sí se dispone el pecador a servir al amo pecador, y no al Señor su Salvador, la disyuntiva está en todos los corazones de las personas resolver: soy bueno o soy malo decisión que cada alma habrá de tomar, será buena cuando por la fe en Cristo Nuestro Señor se continua en ella, lo contrario es ir como en resbaladilla al precipicio de la oscuridad, muchas almas inclinadas a lo malo se molestan hablar del “detente” que da la conciencia a la que no se pone atención, se ignora el consejo de la mejor aliada de salvación que tiene el alma y el cuerpo depositado por Dios en su persona, su lealtad es a la persona que apoya y afirmar en el bien de su alma, empeñada en ser la guía y medio de salvación depositada por Dios que poseen las almas al venir al mundo.

Escuchando al Crisóstomo conocido por su sabiduría “Boca de oro” discerniremos las muchas ocasiones vividas en nuestro interior y podremos decir escuche o no me di por enterado; “El uno de estos señores te manda que robes los bienes ajenos: el otro, que des los tuyos; el uno quiere que seas casto: y el otro, que te entregues a la disolución; El uno te conduce a la glotonería, y el otro te ordena la abstinencia; El uno te inspira el amor de las cosas presentes: y el otro te manda que las desprecies; ¿Cómo podrás unir dos cosas tan opuestas?” Escuchando por la fe en Dios Nuestro Señor, la conciencia de mil formas fija en la mente la pregunta; “¿Qué son nuestros cuidados particulares? La providencia de Dios hace que todas las cosas, aún aquellas que parezca se ha puesto mayor atención”
Quien busca obtener riqueza en exageración aplica todo lo contrario que Dios Nuestro Señor deposito en el para qué sirviéndose de ello toda su vida obtenga al final de ella su salvación; es el deseo del cielo.

La codicia y la ansiedad por amasar cosas del mundo endurece el corazón en la persona que deja de lado su salvación y toma rumbo directo a obtener bienes, no hay duda que lo logrará, de acuerdo a su habilidad superará todo obstáculo en su accionar, la mayoría viven obsesionadas en lograr más poder y riqueza, bienes materiales y placenteros hasta lograr el enriquecimiento, pero este no se detiene y pasa a la opulencia esto es a la abundancia de riqueza y sobra de bienes, imposibilita los bienes espirituales que debiera utilizar en servir y amar a Dios; “ Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otero.

Vosotros no podéis servir a Dios y a las riquezas” La palabra de Cristo Nuestro Señor es verdad y misericordia a todas las almas, por lo que se debiera darse un momento a razonar, reflexionar y recapacitar que nuestro destino por el libre albedrio da libertad a cada quien, pero la conciencia y las facultades del alma darán la realidad que lleva a pensar, cierto, la riqueza es mala pero no quiero perderla ¿Que haría si lo hiciera? No se puede servir del dinero, a Dios sí debo servir, pero el Señor pide definirse, servir ambos no será posible, su palabra es clara.

Debe quedar claro, no son malas las riquezas, lo malo es no valorar que estas impiden cumplir el mandato de Dios, convirtiendo la persona en su esclavo.
Ahora conozcamos lo que la conciencia señala: “¿Para qué codicias más, para que más ropa y comodidades? Bien sabes de lo que posees está bien, porque lo que te sobra se los das a los pobres, que te ganas tener más y más vas a buscar”.

Recapacitando: la codicia, es un incentivo que no tiene fin, no se detiene, entre más se busca más induce a buscar; la codicia es una ansia e inquietud violenta que envuelve al codicioso en la desesperación que pasa de la impaciencia al no obtener lo que quiere, actuar sin medir las consecuencias, para este el fin suyo justifica los medios que utilizara para apoderarse de lo que quiere; “Por esto os digo: no es preocupéis por vuestra vida: qué comeréis o que beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis.

¿No vale más la vida que el vestido?” En una bella exposición invita Nuestro Señor a recapacitar lo que tantas veces vemos y pasamos por alto; “Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni juntan en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta.

¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” ¡Claro, el alma vale más que todas las cosas! Quien dio el alma y cuerpo, procurará comida y vestido.

Y en su palabra da entender lo que el ser humano no quiere entender; “Hijo mío, Yo te protejo siempre, nada tienes que buscar en el mundo, vez la hermosura de las aves, las flores, el campo todo lo embellezco para ti, mas llegará un momento que ese paisaje cambiara y se perderá, después vendrán otras cosas, es mi voluntad hacerlo así, si te impresiona porque te gozas en los colores, Yo me gozo mucho más de ver tu alma en estado de gracia la veo en camino a Mí, ver el esplendor de tu entrega, de tu amor, fidelidad, tu apego a la enseñanza impartida en el mundo por mi Divino Hijo Jesús, en ese esplendor y más veo tu corazón, pero me entristece verlo vivir en el pecado porque no encuentro en tus actos ninguna belleza en tu alma, Hijo mío es importante reconozcas en ello que Mi presencia está siempre en ti”.

El Señor no condena ser previsores ni ser preocupados por las cosas, tampoco es ilegitimo ahorrar o mejorar la condición económica, lo que desvirtúa el alma y al ser humano es no considerar que la vida es prueba de fidelidad a Dios Nuestro Señor.
Cuantas veces hablamos, argumentamos, discutimos y peleamos para que se haga lo que es nuestra intención y se levanta una polvareda de discusión que casi se llega a las manos, y cuando es una necesidad normal la razonamos, se plantea mesuradamente y se logra, ¿En sí que se logra? Lo necesario para la vida, lo anterior es codicia, envidia, ambición y más.

El que se esfuerza en los bienes del mundo solo actúa, pero no recapacita. su atención está en la obstinación de la meta que codicia hasta que la obtiene, ¿Pero será igual siempre su vitalidad y esfuerzo, coraje y energía? En eso no se recapacita porque no se ha razonado que todo principio tiene un fin “¿Y quién de vosotros puede, por mucho que se afane, añadir un codo a su estatura? Aprended de los lirios del campo: cómo crecen; no trabajan, ni hilan”.

No es posible los cambios físicos en una persona cuando su cuerpo es como es, hacerlo es rebelarse contra su Creador que así quiso fuera al creado y Dios Nuestro Señor no se equivoca, la persona se hará los cambio y tendrá sus consecuencias.
“Y por el vestido, ¿Por qué preocuparnos? Aprended de los lirios del campo: como crecen; no trabajan, ni hilan.

¿Mas Yo os digo, que ni Salomón, en toda su magnificencia, se vistió como uno de ellos. Sí, pues, la hierba del campo, que hoy aparece y mañana se echa al horno, Dios así la engalana ¿no (hará Él) mucho más a vosotros, hombres de poca fe?” Ahondando en la palabra de Dios Nuestro Señor nos da entender, piensa en el bien y no en el mal, trabaja para el bien y no para el mal, esfuérzate para obtener bienes por actos y obras bien, y no por los medios malos, porque al final lo que tu hallas hecho sucederá como la hierba que se echa en el horno a quemar, los bienes obtenidos en el mundo en el se quedaran, los bienes y males del alma serán juzgados, ¿Sera posible comprender esta realidad?
Por ello Cristo Nuestro Señor esclarece que no se ponga importancia en las cosas mundanas, perdidas, perversas y amorales, no poner interés persistente en la codicia, envidia o rencores; “No os preocupéis, por consiguiente, diciendo: ¿Qué tendremos para comer? ¿Qué tendremos para beber? ¿Qué tendremos para vestirnos? Porque estas cosas las codician los paganos.

Vuestro Padre celestial ya sabe que tenéis necesidad de todo eso” He aquí que Jesucristo Nuestro Señor manifiesta a los tiempos la fe en Dios Señor, a confiar en Él que siendo Dios es Omnipotente, misericordioso y amoroso, pero el demonio obra como el rejoneador ante el toro moribundo, marea hasta que cae muerto, así el ser humano no pone atención en la palabra de Dios, no es porque no quiera, sino por el demonio obra en él para que no lo haga.

Lo anterior, puesto que las almas son suyas, y con toda claridad marca el camino a seguir, y nadie se diga: Yo no sabía; “Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.
hefelira@yahoo.com

 

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