Cecilia Rosillo

La Tarea

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Matar por amor

jueves, 5 de junio de 2014
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EL UNIVERSAL

Quitarle la vida a la pareja sentimental es un grave reflejo de una personalidad enferma, pero es más grave cuando la ley lo avala y protege.


Sin duda una de las grandes pasiones humanas es el amor, tan grande puede llegar a ser la obsesión por tenerle, que la gente llega a cometer homicidios privando de la vida a la persona que “más ama”.


Pareciera ilógico que el amor lleve a destruir lo más preciado que se tiene, pero el problema está en que en realidad el sentimiento que se vive no es de amor, sino de una gran codependencia, vacíos afectivos, abandonos emocionales que se tratan de superar con la presencia de la otra persona.


Así, cuando una persona tiene ineptitud para conducir su vida, teme perder al otro y manifiesta celos patológicos, miedo al rechazo, baja autoestima, intolerancia a la frustración o impotencia para lidiar con el rechazo, también tiene incapacidad para vivir con el éxito de los demás y llega a cometer el llamado crimen pasional.


Este tipo de delitos se dan como resultado del excesivo narcisismo de una persona que se expone a reacciones enfermizas, tales como los celos paranoicos, o con personas obsesivas y delirantes.


Y es que el atacante ve a la pareja como una extensión de él, sin darle autonomía; así, cuando se produce una frustración, surge el acto violento, porque aprendieron que el otro tiene que existir como una función de él.

Son personas que en su mayoría no saben dar para recibir, sólo saben ganar con la presencia del otro.
El perfil de este tipo de criminales suele ser emocionalmente inmaduro e incontrolado, con ideas fijas que tienen en ocasiones muy arraigados los conceptos de la sociedad patriarcal y que no aceptan críticas.

Normalmente, el uso de la agresión se traduce en: “Yo soy poderoso, frágil o dependiente”.
De hecho, éste puede ser el costo de educar a un hijo sin preparación para frustración ya que el resultado es la inmadurez y, a menudo, la persona que no ha desarrollado la madurez para aceptar y respetar al otro como es, tienden a ver a la otra persona como una extensión de su deseo y a impedir la cercanía de alguien más.


También influye la historia del homicida, su estado psíquico, tipo de relación de pareja, estados financieros, familiares, amigos y hasta la misma sociedad.


Lo grave es que social, legal y culturalmente en algunos lugares está permitido asesinar por amor. Es preocupante que en 14 estados mexicanos aún se contemple el homicidio por razón de honor, con penas mínimas para el responsable de matar a su mujer.


La Ley lo tipifica así: “Al que sorprenda a su cónyuge en un acto carnal o próximo a su consumación, la mate” esto obvio, constituye una atenuante para los responsables de estos delitos.

Así, los hombres que matan a su pareja pueden librar la cárcel si argumentan que se vio afectado su “honor” o que hubo infidelidad conyugal, diciendo que encontraron a la mujer cerca de un hotel y que se sospechó infidelidad.


Las penas en Baja California son de tres a ocho años; en Baja California Sur, de cuatro a 10 años; Campeche, de tres días a tres años; en Chiapas, de dos a ocho años; en Jalisco, de ocho a 12 años; en Michoacán, de tres días a cinco años; en Nayarit, de tres a seis años; en San Luis Potosí, de cuatro a 10 años; en Yucatán, de dos a cinco años; en Zacatecas, de tres a seis años.




EL UNIVERSAL/LM

 

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