Rogelio Rodríguez Mendoza

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Explotados

miércoles, 23 de julio de 2014
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Tamaulipas es con mucho el principal productor de sorgo en el país. Tan solo en el reciente ciclo de siembra Otoño-Invierno 2013-2014, cuya trilla está en su fase final, se generarán alrededor de 2.6 millones de toneladas del grano rojo.
Tamaña producción, de acuerdo con funcionarios de la Sagarpa, dejará una derrama económica de casi ¡700 millones de dólares!.
Se trata, la verdad, de un mundo de dinero el que genera cada año la agricultura tamaulipeca, sobre todo en municipios que destacan por su potencial agrícola, como Matamoros, Reynosa, San Fernando, y varios más del centro y sur del estado.
El problema está en que esa mulltimillonaria derrama de dinero que se genera cada año en la entidad,no se refleja en la calidad de vida de las familias campesinas.
En cualquier ejido donde usted se pare, la pobreza es evidente por todos lados.

Basta ver la humildad de las viviendas y tener una plática informal con algunos habitantes, para confirmar que esa riqueza que genera el campo no llega a quienes debería llegar.
La mayor parte de las familias campesinas apenas si tienen para mal comer.
Sus hijos no van a la escuela porque carecen de los medios para enviarlos a las ciudades, y sus condiciones de vida en general son deprimentes.
Le insistó, no me crea, confírmelo usted mismo.

En estos días de asueto por el periodo vacacional, no estaría nada mal que se diera una vuelta por algún ejido cercano para conocer la realidad del campo.
¿Dónde está el problema? Explicaciones puede haber muchas, pero sin duda una de ellas es de que, como en cualquier actividad, hay niveles de productores, y son los más poderosos económicamente quienes están haciendo el negocio.
Algunos dirigentes campesinos con los que hemos tenido oportunidad de platicar, nos explican que el sector social del campo está convertido en una especie de servidumbre de los grande potentados, como ya ocurrió alguna vez en la historia del país.
Dicho de otro modo, hay un grupo élite en el campo que a lo largo de las últimas décadas ha acaparado las tierras, en calidad de renta o de compra, y para explotarlas dispone de la mano de obra de los anteriores dueños, a cambio de salarios miserables.

Hay explotadores y explotados.
Lo peor de todo es de que mucha culpa de esta situación la tiene el mismo Gobierno Federal, porque desde siempre ha mantenido en el abandono a las familias campesinas del sector social.
Los programas de subsidio son muy limitados para quienes tienen superficies de tierra pequeñas y en cambio son bondadosos para los que explotan grandes extensiones, lo cual inevitablemente termina orillando a aquellos a vender o rentas sus parcelas.
Por esa y otras razones la riqueza que genera el campo tamaulipeco no llega a los más pobres.
Esperemos que el Gobierno de Enrique Peña Nieto modifique su política agropecuaria, para que los que menos tienen en el campo sean los que reciban más apoyos.

Ese fue uno de sus compromisos de campaña y los ejidatarios aún esperan que la cumpla.
ASI ANDAN LAS COSAS.

 

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