Hay días en los que la muerte se viste de gala, y nuestro País se llena de tradición, magia y misterio. Y es que el Día de los Difuntos no es propiamente un funeral sino un desfile que incluye un carnaval de sedas y huesos, de coloridas flores que huelen a eternidad, de collares de filigrana y sombreros negros que remiten a otras épocas.

Desde el agudo trazo de José Guadalupe Posada, creador de la potente figura de La Catrina, ésta se volvió más que una calavera elegante, en la verdadera musa del estilo mexicano, ya que mostró que ni la muerte es capaz de hacerla renunciar a su llamativo tocado, ni al abanico, ni a los encajes para seguir dictando tendencias desde más allá.

Con esta idea en mente, la experta en moda Rosina Ramón, creó estas coloridas imágenes, mezclando ropa tradicional con creaciones propias usando papel picado, pinturas y mucha imaginación, para mostrar coquetos vestidos negros con encaje, faldas que se abren como cempasúchil, corses que marcan coquetamente la cintura y huipiles de diversos estados del País.

Todo mezclado con joyas típicas de Oaxaca, collares de flores, cuentas y semillas, aretes colgantes de hojas típicas y mucha alegría y color por la vida, y también por la muerte.

Aparecen tonos como el negro, un viejo amante que nunca falta a la cita, pero también hay vino tinto, azul medianoche, rosa mexicano, blanco puro y oro viejo, que honran a los que fueron y a los que aún están bailando recordando sus difuntos.

Entre incienso y velas, la Catrina, vuelve a desfilar este año, y ahora lo hace en el norte. No lleva luto, lleva estilo. Porque si algo supo Posada, y luego Diego Rivera y Frida Kahlo, es que la muerte en México, no se teme: se viste y se admira.