El Quinto Elemento
"La esencia crítica de nuestra realidad"
Angélica María Arredondo Arrambide
La polarización digital no solo fragmenta las ideas: está separando a las personas, a las familias y a las comunidades.
La polarización digital ocurre cuando las plataformas se llenan de discursos opuestos y agresivos, donde cada quien defiende su punto de vista como una verdad absoluta, y es ahí cuando de tener un diálogo constructivo, informativo y positivo, pasan a ser comentarios con intención, con afán de separar y generar confusión, malestar y desencuentros que cambian el discurso o el fin la comunicación eficaz.
En ese sentido las plataformas utilizan, algoritmos con la captación de navegantes, cuya finalidad es manipular la emoción por encima del razonamiento y la confrontación sobre el entendimiento.
Los mensajes que más enojo o entusiasmo provocan son los que más se comparten, sin que tengan fuentes confiables, creíbles y comprobables, mientras que las voces moderadas quedan ocultas entre la avalancha de extremos.
Los algoritmos conocidos como fórmulas matemáticas invisibles operan y deciden que se muestra, a quienes y por cuanto tiempo; las redes sociales, aunque sirven para conectarnos, informarnos y entretenernos, pero en su centro funcionan como un laboratorio humano, aprendiendo del comportamiento del ser para captar su atención permanente y su diseño económico incentiva y acrecenta la adicción, la polarización y manipulación mental y emocional.
En un franco modelo de marketing nos muestra que entre más tiempo permanezcamos conectados, más dinero generan las plataformas a través de publicidad personalizada, siendo la monetización el motor oculto del sistema donde las empresas a parte de vender publicidad, venden predicciones de comportamiento impulsadas por nuestros propios datos y es cuando la economía digital transforma la atención en moneda y las emociones en mercancía.
En Tamaulipas, como en el resto del país, esto se nota en los debates sobre seguridad, simpatías políticas o programas sociales. Las redes dejan de ser un espacio de participación ciudadana y se transforman en escenarios de división, donde los matices desaparecen y los grupos diversos dominan la conversación, sobre todo los que están a la expectativa de que al país le vaya mal, o sencillamente porque se dejan influenciar por corrientes polémicas que tienen muy corta memoria del recuento de los daños ocasionados en su tiempo.
Entre esos efectos en la vida cotidiana se vislumbra una polarización digital que no es solo un fenómeno virtual; tiene consecuencias reales en una sociedad acostumbrada en estos tiempos al ver a otro como adversario, en donde se observa el debilitamiento de una sociedad empática, solidaria, incluso en la familias, compañeros de trabajo y amistades surgen tensiones , desapegos y el rompimiento de la armonía, poniendo cercos personales, por disentir o no estar en la misma sintonía de los temas políticos, económicos y sociales.
Es ahora que el exceso de información que en su mayoría como lo comenté líneas arriba y que es publicada en gran parte sin verificar, es generador de alertas como fatiga mental, confusión y ansiedad colectiva, en este dinamismo informático las personas se sienten abrumadas, desinformadas y, al mismo tiempo, más seguras de sus prejuicios.
Es la paradoja de la era digital: estamos más informados, pero menos conscientes.
Frente a esta gran responsabilidad las autoridades que están al frente a este escenario, diariamente con madurez política , asumen el compromiso de comunicar con claridad, transparencia y empatía, ya que la ciudadanía desea saber acerca de las políticas públicas y su ejecución, que pleitos estériles en donde se debe privilegiar el diálogo la construcción de consensos que unan u no dividan, donde el discurso público sea ejemplo de respeto, datos verificables que provoquen la cercanía humana y no el individualismo.
Las instituciones deben también fomentar la educación digital y mediática, para que los ciudadanos aprendan a reconocer la desinformación, los discursos de odio y la manipulación emocional, con el fin absoluto de formar ciudadanos críticos capaces de distinguir lo que es verdadero y lo que es falso y acabar con la cultura de la rumorología, porque es también responsabilidad ciudadana estar informados.
Cada persona tiene en sus manos de manera literal la posibilidad de construir o destruir el diálogo social con un clic. Y nuestra responsabilidad ciudadana es verificar antes de compartir, saber escuchar antes de responder y analizar información de diversas fuentes, que muchas de ellas la usan con un propósito positivo y no como un impulso.
Entonces la finalidad de combatir la polarización digital no se trata de evitar que pensemos diferente, sino aprender a convivir con las diferencias, a debatir con argumentos sostenibles y no con insultos, ya que las redes son herramientas valiosas de encuentro, por lo que cada usuario debe asumir su rol con conciencia y respeto, entre el ruido y la razón.
Hoy más que nunca necesitamos construir una cultura del entendimiento digital entre todos, al reconocer que la información es poder, la verdad no tiene dueño y el diálogo no se logra con gritos ni etiquetas ante una sociedad que debe valorar la información veraz, el pensamiento crítico constructivo y la empatía, para cerrar la brecha de la polarización que amenaza la sana convivencia.
Un reto que está en nuestras manos, más bien, en nuestras pantallas y está en ti, usar la tecnología para acercarnos, no para dividirnos y si corresponsabilizarnos en mantener la inteligencia emocional y ética personal por sobre cualquier información en esta era mundial gobernada por datos digitales y el mantener la conciencia despierta, es lo que nos queda para la libertad de acción y pensamiento con conciencia y responsabilidad.
Por último, hay que entender, que la libertad verdadera exige alfabetización mediática, pensamiento crítico y una regulación ética del uso de datos y contenidos.











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