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Cómo la menopausia remodela el cerebro

La disminución de estrógenos durante la menopausia no es sólo responsable de los bochornos o los cambios bruscos de humor; puede abrir la puerta al deterioro cognitivo.
lunes, 5 de mayo de 2025
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Agencia/Reforma

La disminución de estrógenos durante la menopausia no es sólo responsable de los bochornos o los cambios bruscos de humor: afecta a la temperatura corporal, a la memoria, al estado de ánimo y puede abrir la puerta al deterioro cognitivo en etapas posteriores de la vida.

El cerebro, insiste Lisa Mosconi, autora de Menopausia y cerebro (Kairós), desempeña un papel crucial en este proceso.

Mosconi, formada en neurociencias y medicina nuclear, ha analizado durante años en imágenes de PET (tomografía por emisión de positrones) para responder algo que muy pocos científicos antes se habían preguntado: ¿qué le ocurre al cerebro de una mujer mientras atraviesa la menopausia, y no sólo después?

"No había ni un solo estudio que analizara en conjunto el cerebro de las mujeres antes y después de la menopausia o, incluso, en las diferentes etapas de la menopausia", cuenta con asombro.

"Todo lo que sabíamos sobre los efectos en el cerebro era a posteriori, con mujeres posmenopáusicas de 70 y 80 años, quizá en sus 60".

Lo que descubrió vino a cambiar la comprensión de esta etapa de la vida: durante la perimenopausia, ese período de años en que los ciclos se vuelven irregulares antes del cese definitivo de la menstruación, el cerebro femenino experimenta una caída promedio del 30 por ciento en su energía.

Esto explica, señala, el famoso "brain fog" o niebla mental que, después de los bochornos y sudores nocturnos, es el segundo síntoma más común de la menopausia.

Hasta un 62 por ciento de las mujeres en la perimenopausia y posmenopausia experimentan esa fatiga mental.

Entre las cosas más comunes que las mujeres comentan es entrar en una habitación a hacer algo y, de repente, no acordarse para qué, olvidar cosas que normalmente no les costaría recordar o perder la concentración a la mitad de un trabajo intelectual.

"Cuando se tiene niebla mental, efectivamente se produce menos energía en algunas partes del cerebro. Mi trabajo consiste básicamente en intentar dar la razón a las mujeres.

Estamos validando lo que las mujeres han dicho durante siglos, pero la falta de evidencia ha sido realmente perjudicial para la salud de las mujeres".

La buena noticia es que la niebla mental es un estado temporal y "la agudeza mental se recupera tras la menopausia". Es más, Mosconi aporta un dato revelador: "Durante esta fase de la vida, las mujeres superan a los hombres en las pruebas cognitivas que miden la memoria, la fluidez y algunas formas de atención".

Sin embargo, puntualiza la neurocientífica, estos resultados representan la tónica general. Habrá algunas mujeres que no muestren ninguna alteración en el rendimiento cognitivo, mientras que, en otras, las alteraciones sean más notables y pueden ser una advertencia de que algo serio está ocurriendo en segundo plano.

Las mujeres no son inmunes al deterioro cognitivo.

"Habrá casos en los que el declive en el rendimiento cognitivo continúe después de la menopausia y con el tiempo dé lugar a un diagnóstico de demencia".

Dos terceras partes de las personas afectadas por la enfermedad de Alzheimer, la forma más común de demencia, son mujeres.

No es una enfermedad

La menopausia no es una enfermedad sino un proceso activo de remodelación cerebral, y en ello es enfática Mosconi.

"Es una transición biológica, tan natural como la pubertad o el embarazo", recalca.

Sin embargo, ese momento de "remodelación cerebral" también puede actuar como un disparador de riesgos preexistentes: enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, esclerosis múltiple, ansiedad, depresión, migrañas y hasta mayor propensión a accidentes cerebrovasculares.

Bochornos y el cerebro

El hipotálamo, centro de control de la temperatura corporal, es rico en receptores de estrógeno. Cuando estos niveles hormonales fluctúan, se presenta una disfunción del hipotálamo, provocando cambios abruptos de temperatura que van mucho más allá del malestar: los sofocos severos, sobre todo los nocturnos, se han asociado en estudios preliminares con mayores riesgos de enfermedad cardiovascular y posiblemente de deterioro cognitivo.

Por eso, dejar pasar los bochornos como algo "normal" o "que ya pasará" puede no ser la mejor estrategia.

"Si los sofocos son frecuentes o severos, es importante hablar con un médico", subraya Mosconi.

Hoy en día existen tanto terapias hormonales de reemplazo como tratamientos no hormonales, como el fezolinetant, aprobado recientemente por la FDA de los Estados Unidos, que pueden ofrecer alivio y protección a largo plazo.

La terapia hormonal: entre miedo y esperanza

Para muchas mujeres, la sola mención de la terapia hormonal de reemplazo (THR) provoca temor: a cáncer, a infartos, a demencia. Esta percepción tiene raíces en los resultados, muy mal interpretados, advierte Mosconi, del estudio Women's Health Initiative (WHI) de los años 90 en los Estados Unidos.

El objetivo era evaluar si la terapia hormonal prevenía enfermedades como el Alzheimer y cardiovasculares. Sin embargo, la mayoría de las participantes tenían más de 70 años, es decir, años después de la menopausia, cuando ya no es el momento adecuado para iniciar una terapia hormonal preventiva.

"No se debe comenzar terapia hormonal a los 70 u 80 años", remarca la neurocientífica.

El WHI usó una combinación de estrógenos con una progestina sintética que ya no se utiliza en terapias estándar por sus posibles efectos adversos.

El hallazgo más publicitado fue el aumento de riesgo de cáncer de mama, pero Mosconi señala que ese riesgo sólo se encontró en el grupo que recibió estrógeno y progestina sintética.

En el grupo que recibió sólo estrógeno, no hubo aumento de riesgo, e incluso hubo una reducción en la incidencia de cáncer de mama.

"Las sutilezas y diferencias entre los subgrupos se perdieron en los titulares (de los medios) y dieron pie a un miedo generalizado".

El WHI no consideraba el cerebro como un órgano blanco del estrógeno. Mosconi recuerda que recién en 1996 se descubrió que el estrógeno actúa directamente sobre el cerebro.

Por eso, el estudio no midió ni previó los efectos neurológicos de las terapias hormonales.

En la actualidad se sabe que iniciar THR en los años de la transición menopáusica, con estrógenos bioidénticos o micronizados y bajo supervisión médica, puede ser seguro y ofrecer beneficios que van más allá del alivio sintomático: proteger la energía cerebral, reducir el riesgo de osteoporosis, mejorar la calidad del sueño y, quizás, retrasar procesos neurodegenerativos.

"El riesgo de cáncer de mama relacionado con la terapia hormonal es mucho menor de lo que se piensa", explica Mosconi. "De hecho, es menor que el riesgo asociado con tomar dos copas de vino al día".

Aunque, precisa, no está diciendo que todas las mujeres deban usar terapia hormonal, pero sí que es una herramienta válida.

"Debe estar sobre la mesa, no fuera de ella", asegura.

La neurocientífica destaca que, tras la tormenta hormonal, muchas mujeres reportan mayor estabilidad emocional, resiliencia y satisfacción con la vida.

Eso tiene soporte científico: tras la menopausia, la amígdala, la región cerebral que regula las emociones negativas, se vuelve menos reactiva al estrés, pero no pierde su capacidad de reaccionar ante estímulos positivos.

Es decir, el cerebro se reorganiza para amortiguar lo negativo, sin apagar la felicidad.

Aunque la menopausia puede ser un desafío en el corto plazo por los sofocos, los cambios de humor y la fatiga cognitiva, a largo plazo muchas mujeres experimentan más paz, claridad y satisfacción personal.

Como dice Mosconi: "Si eso no es una ventaja, no sé qué podría serlo ".

 

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