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Mujeres tan divinas

Crítica literaria en torno a Mujeres tan divinas de Alicia Garza Martínez por la maestra de la facultad de Filosofía y Letras de la UANL María Dolores Hernández Rodríguez
viernes, 29 de abril de 2022
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Crítica literaria en torno a Mujeres tan divinas de Alicia Garza Martínez por la maestra de la facultad de Filosofía y Letras de la UANL María Dolores Hernández Rodríguez.

A través de una novela corta, la autora incursiona en su primera publicación de escritura creativa. A primera instancia, como lo menciona ella misma en el apartado de agradecimientos, esta obra dio inicio con el capítulo uno: La niña, el cual fue enviado a un concurso convocado por un periódico de la localidad en Monterrey y ganó el primer lugar; posteriormente nació la idea de convertir este escrito en novela, y éste fue el resultado: el desarrollo de una obra que se decantó por el género de la escritura autobiográfica.

La novela se lee, como coloquialmente se dice: “de un tirón” pues es el tipo de lecturas que no pueden soltarse hasta concluirlas, ya que la autora tuvo el tino de dividirla en siete capítulos cortos, en los que al final de cada uno, se van develando misterios y múltiples preguntas que van surgiendo, lo que mantiene expectante al lector.

Cada capítulo corresponde a las siete mujeres que aparecen en la novela: tres tías, la madre, dos primas de la narradora-autora y esta última. Además de lo anteriormente mencionado, la autora tiende a una narrativa muy fluida y ágil.

Desde el inicio nos presenta una serie de acontecimientos familiares relacionados específicamente con las siete protagonistas; conforme avanza la lectura se nos muestran formas de vida, costumbres, relaciones de pareja, con los hijos… aderezado esto, con situaciones cargadas de misterio y magia, algunas veces; otras, totalmente extraídas de la cotidianeidad, en las que no faltan los hechos anecdóticos, con ciertos sesgos de humor, que el lector no puede evitar la carcajada.

Otra característica de la novela; por cierto, bien trabajada, es que los personajes aparecen muy bien delineados a lo largo de ésta . La autora describe con nitidez cada particularidad de las mujeres, tanto físicas como psicológicas; deja al descubierto secretos, virtudes y defectos; y no escatima a la hora de dar a conocer al lector estos aspectos.

La escritora nos deja muy clara la cosmovisión de cada una de ellas, en las que un común denominador son los prejuicios sociales, tanto en el nivel económico como racial, las creencias religiosas y las supersticiones; a propósito de éstas últimas sirven como soporte de varios de los acontecimientos aquí narrados, como es el hecho de aclarar un posible asesinato ocurrido en la familia o la muerte a traición de otro de los integrantes del clan Martínez.

A lo largo de la lectura se puede percibir un tono muy intimista y confesional. Es como si de pronto asistiéramos a una charla frente a frente con nuestro interlocutor.

Por momentos se olvida que se está ante una novela para sumergirse en esta especie de charla, decía yo. Esto se da merced al uso del lenguaje utilizado y emitido por la voz narrativa, que permea, mayormente, en un registro cotidiano, intercalando en ocasiones algunos coloquialismos y frases populares:

El día tan esperado llegó. La tía Leticia había tratado por todos los medios de que la fiesta de Sofía fuera en el elegante Club Campestre de Puebla, pero mi tío quería presumir su palacete, y donde manda capitán no gobierna marinero… Durante la sobremesa se armó el pancho.

La tía Leticia se emborrachó con cerveza, cosa no muy rara, y empezó a gritarle a Sofía…”.

En el caso de los diálogos, predominan expresiones en las que los apodos y las alusiones peyorativas se dan de forma reiterada, lo que, de algún modo, deja entrever la perspectiva desde la que hablan las mujeres; es decir, la visión desde la que están ubicadas en el contexto en el que se desenvuelven:

“- ¡pero si parece ídolo maya! …

¡Qué ídolo ni que ocho cuartos! ¡pelada prieta, enana! Esa es puropecho -dijo la tía María Elisa, haciendo alusión a la vez a los indios purépechas y a los desbordantes senos de la muchacha…

- ¡Ay, Lety, no sé cómo lo permites! -le reclamó mi madre.

-Anda, vieja estúpida, india pata rajada -dijo la tía Leticia, refiriéndose a la muchacha…”

Es necesario mencionar la parte topográfica o espacial de esta obra pues dos son los lugares más recurrentes que aparecen en ésta: las ciudades de Puebla y Monterrey, que aunque se les menciona más por sus nombres, que a partir de algunas descripciones sobre ellas, de alguna forma son determinantes en la existencia de las mujeres de esta novela, ya que la fuerte carga de convicciones, costumbres y formas de vida, provienen, en gran parte, de la sociedad conservadora a la que pertenecen, y están estrechamente arraigadas en estas dos ciudades de la provincia mexicana.

No me resta más que decir, que Mujeres tan divinas es una novela que debe leerse para adentrarnos en la intimidad de siete mujeres, en las que Alicia Garza Martínez, su autora, nos ofrece sus vidas tan ricas en situaciones, y que, a pesar de no ser una obra voluminosa, no escamotea la información pues hábilmente y con las palabras precisas y necesarias nos da cuenta de ello.

Finalmente se agradece a Alicia Garza Martínez, el que se haya decidido por el terreno de lo autobiográfico, pues su obra irrumpe y hace acto de presencia en un clima de incertidumbre y desasosiego por la pandemia, en el que es necesario recordar y hacer una recapitulación de la vida que nos lleve a cerrar ciclos e iniciar nuevos, con una mirada más fresca y conciliadora.

Haber leído a Alicia es como haberse sometido a un examen de autoconocimiento. Y como bien dice Marcela Guijosa: la escritura autobiográfica siempre resulta curativa, terapéutica y sanadora.

¡Enhorabuena por tu novela, Alicia!

 

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