REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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El amor de Jesús nace del amor del padre

“Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada” … (Jn 14, 23)
domingo, 31 de mayo de 2020
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Fue su obstinación impedir y hostilizar a Nuestro Señor Jesucristo, fue una constante de los escribas, fariseos y sacerdotes del sanedrín; fue una constante desvirtuar la divinidad del Hijo de Dios hecho hombre al que negaban haber venido al mundo a salvar las almas del pecado; fue una constante molestarlo y hostilizarlo con todo intento de hacer que se contradijera en su palabra; fue una constante seguirlo a todas las partes peregrino por el mundo, fue no para aprender de Él sino conocer de primera oportunidad lo que dijera hasta encontrar un punto para intentar alterar su naturaleza divina; fue una constante aprovechar toda ocasión para inducir muchos a negar su mandamiento, y de la enseñanza del Sermón de la Montaña el plan de trabajo espiritual a seguir por los pecadores para llegar a Él y ser salvos dudaban de ello, nada claro, ni nada de ello aprovecharon porque en su interior estaba y continúa sembrada la cizaña esa planta que representa la discordia porque sofoca la buena semilla sembrada en terreno fértil, así procede en el pecador al que no le importa la actitud de pecado, consciente van contra Cristo Nuestro Señor sus enemigos que urden acusarlo de una ilógica e inexistente relación del Señor con el diablo que intentó tentarlo pero fue vencido por Él, en los Santos Evangelios escrito están las tres ocasiones en que fue derrotado, pero claro no están anotadas las derrotas que a través de los siglos el Señor ha sido victorioso por las almas que arrepentidos volvieron a su redil.

La soberbia maligna hace rebelde al ser humano contra Dios, lo ciega hace sordo y todo lo que sea obra buena tendrá el acecho de la incitación demoniaca que sigue al orgullo de la soberbia maligna en sus enemigos al blasfemar contra su Mesías; “Él no echa los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios”.

Han mentido ante el Señor, escucho claramente su palabra, no hubo necesidad de comprobar si fue o no verdad la injuria salió del corazón de la gente del sanedrín y ha continuado a través de los siglos, para comprender el sacrílego de dicho calumniador imaginemos intentar revolver leche hirviendo en el chapopote y batirlo ¿Qué se obtendrá? Nada.

El cristiano católico gozoso comprende que el Señor reveló su divinidad poniéndolo de manifiesto a su pueblo y a la posteridad de los siglos, pero la maldad y mentira del ser humano manipula para no amarle ni servirle, burlándose sacrílegamente cuando la verdad por si sola se impone, por ello profetiza y legisla la única conducta a la que debe apegarse en toda su existencia terrena cada persona al pasar este mundo de prueba, así como un hijo reconoce la paternidad de sus padres debe ser en todo ser humano reconocerse ser el hijo pródigo perdonado por Dios su Padre, ¡No olvidar! Todos en este mundo somos poseedores de alma y cuerpo que nos ha entregado por decir en comodato o sea, ambas, alma y cuerpo reciben de Dios Nuestro Padre bienes, gracias y dones semejante a la parábola de los denarios, vino a los que trabajan por la salvación de su alma vuelve una y otra vez a multiplicar esos denarios de bienes, no retenerlos como el avaro que guarda su fortuna, ese cuerpo que todos poseemos debe responder con obras buenas para bien del alma que es salvarse, mirando en las tentaciones pasajeras de la vida el error de que si no se controla el cuerpo en su tendencia a las malas inclinaciones no podrá controlar sus preferencias que pueden perderlo eternamente, el alma no es pasiva cuando de su salvación eterna se trata, hace suya la consigna de luchar a que el cuerpo restituya lo perdido y no volver a repetirlo.
Jesucristo Nuestro Señor cierra las diatribas, ultrajes y agravios de la gente del sanedrín en su contra lo concluye al brotar de sus divinos labios su misericordiosa voluntad; “Quien no está conmigo, está contra Mí” Con autoridad pide y exige de cada alma.

¿Qué puede decir o contradecir a la palabra de Dios la humanidad? Nada, sino razonar su inadecuada conducta, recapacitar el error al no reconocer su divinidad de Hijo de Dios hecho hombre que vino al mundo a salvarlo del pecado; a que el mundo arrepentido de su conducta cumpla el deseo que Cristo Nuestro Señor buscó anhelante en su paso por el mundo; ¡Sí! Quiso que su palabra fuera escuchada en el corazón y llevar a la obra sus enseñanzas; guió a los que creyeron con fe en Él, amarle sólo a Él; reconocer que la flaqueza y la debilidad miseria humana no se domina sólo suplicando al Señor su ayuda para vencer, sino luchar por erradicar los males del alma sino estos dominarán los actos de su vida.

El temor y la duda es en millones de agobiados donde sólo un puñado de vacilantes recelosos cerraron sus sentidos intolerantes a la verdad eterna, a esos no les quedó sino maquinar conspiraciones maléficas, adoptar poses lamentables al poner en dilema el mandato divino que busca en las almas se avoquen a su salvación, el proceder de la conducta pecadora arrastra a ello, el mundo empeñado en su negación es cada vez más incrédulo, receloso y temeroso en su relación con su Creador al que pone en duda su palabra.

La solución es volver la mirada de amor a quien con amor desde la cruz nos entregó a la salvación.
El mundo indeciso vive en constante disyuntiva sin decidirse: ¡quiero ser o no quiero ser!, pudiendo definirse y salir de esa interrogante no lo hace ni le precisa la necesidad de resolver la verdad de su existencia que es la salvación de su alma, ¿Y porqué tanta disuasión de vivir y no vivir la verdadera disyuntiva? Por ejemplo tomar una resolución para una cirugía que puede ser amputación, extirpación o más; la seguridad de que puede o no ser segura inversión los ahorros de toda la vida, la dolorosa pérdida de un familiar, el embargo de bienes, consecuencias de un terremoto o tsunamis donde viven familiares o amistades muy queridas, comprar o no la casa para la familia, el secuestro o asesinato a mansalva de un hijo o esposo, en fin son muchas las situaciones que pueden presentarse donde hay que tomar firme y pensada resolución, pero escuchar esta situación donde el pecador dice: Sí o no que molestos dicen quienes le rodean; ¿Qué pasa, porqué no se decide? Hay algo en su interior que teme, por eso no resuelve.

Así viven muchas personas las cosas del mundo, pero en las cosas de Dios es donde más trabas se ponen para resolverse y hacer suya la palabra de Cristo Nuestro Señor: “Y ven, sígueme”, Aquí es donde salta la duda: si o no, el temor agobia creer, tener fe atribula, se esquiva el amor a Dios y todo por no cumplir a las obligaciones dispuestas por Dios Nuestro Señor en su mandamiento.

“Es importante decidirse arreglar tu vida espiritual y veras que lo demás tendrá la mejor definición” Lo que le desajusta es escuchar la conciencia que no sólo se lo pide, sino que exige y sacude su persona a retomar su relación con Dios disponer los actos de su vida a ser salva su alma, ello implica lo difícil para el timorato: creer y tener fe en Dios Nuestro Señor, es increíble que el ser humano creado por Dios titubea si debe o no amarle y reconocer: “a Él debo lo que soy” y todavía decir: debo creer en Él o no creer, obligado a tomar una resolución que cambie las condiciones de su alma llevarlo a los hechos es un acto que viene de la misericordia de Dios, permitiendo a esa persona en tiempo y a tiempo olvide su indecisión, es impensable que la persona todavía se atreva a interrogarse así misma murmurando: “ojalá y no me equivoque” imaginemos que ese temeroso le dijeran tienes cáncer benigno en la próstata pero se necesita ahora mismo extirparlo porque en el lugar que está puede convertirse en maligno y se pusiera a dudar: no sé si me opero o no, ¿Qué pasará? Va a morir.

O le dijeran te roban las llantas del auto y parsimonioso dijera ahora que me desocupe veré porque me roban, es posible digamos esto es exagerado, cuando en realidad no lo es, pues si en cosas sin valor se es así o aunque no tengan ese valor, es la misma conducta, el problema u otras cosas que pasan por la vida de las personas se deja de lado la decisión primordial y determinante por la que se ha venido al mundo que no decide tomar el camino que debe y tiene que seguir hasta el final de su vida terrena donde tendrá lo que cosechó si fue bueno el trigo guardado en el granero dará las ganancias esperadas.

Pocos son los que de la vida toman el camino correcto y se resuelven a mantenerse en el buen camino evitando caer en las cosas triviales de la vida convencido de la divinidad del Hijo de Dios, de su Evangelio, Mandamiento y su enseñanza los convierte en el centro de su vida y más conservará unido a las obras buenas que fortalecerán el alma en estado de gracia.
La decisión es importante porque viene por la frecuencia de sacramentos, por asistir a la Santa Misa, la oración, por actos de caridad y amor al prójimo muestran al cristiano católico el valor espiritual del amor de Dios, pues entre más amor se le da hoy mañana es mayor, y en la misma forma se recibirá de Dios, por eso entre más se vive el amor de Dios en el alma creada por su infinito amor, más el valor espiritual del amor de Dios, expone San Gregorio “la prueba del amor son las obras; el amor de Dios, desde su inicio hace grandes cosas por Él, y jamás está occioso: sí rehúsa obrar, ya no es amor, sino simple apariencia.

Dios vive en el corazón de quien le ama realmente, pero no establece su morada en el alma de los que, al sobrevenir la tentación y la prueba, le abandonan”.

Amar y servir a Dios es adorarle de palabra, obra y pensamiento como se nos ha enseñado, de nuestra parte es corresponder a su amor con amor al escuchar de sus divinos labios la sublime declaración de su amor que inexplicable se desprecia al caer en la soberbia maligna del pecado.

Se pregunta ¿Dónde nace el amor de Dios en las almas creadas a su imagen y semejanza? De la fe y confianza en su misericordia, cuando por el pecado se aleja porque careciendo de ello seguirá en lo malo al que no deja, ese pecador no puede percibir lo que el Sagrado Corazón obra en el alma a que se retracte viene en él lo elevado y glorioso de su divinidad, el amor de Jesucristo Nuestro Señor nace de su corazón y deposita al interior del alma que lucha por no apartarse de su corazón inflamado de amor por nosotros.


El amor de Jesucristo Nuestro Señor es para todas las almas sin exceptuar alguna, es el motor indispensable de la vida sobrenatural, su deseo es entregarlo y ser correspondido en el amor entregado, quien ama de verdad a Dios lo tiene en su corazón; porque penetrado el amor de la divinidad en el alma está fortalecido y ya no se aparta de Dios en el tiempo que viene la tentación.

Se ha hablado a través de los siglos del amor con la declaración. La conformidad del amor a Dios es voluntaria a los bienes naturales que al entendimiento se presentan como buenos, pues el que ama se goza de la presencia del ser amado, en estas condiciones el amor sienta bases en la persona, pero el “amor” desvirtuado sienta las bases de la incompetencia.

El amor de Dios es la virtud de la caridad que inclina al cristiano católico amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, en ello vislumbramos que la caridad es perpetuar el alma a la perfección y cumplimiento que Jesucristo Nuestro Señor dio a conocer al doctor de la Ley; “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu”.

Es todo y eso quiere decir nada a medias, nada cuando yo quiero, pide sea todos los días, cada segundo de vida terrena. Jesús ha dado a conocer a la posteridad de los siglos como nos ama su mandato es amarle, pero Él toma como obra de su misericordia que lo que pide da a manos llenas a todas las almas, abre su Sagrado Corazón Sagrario de su divina liberalidad; “ Jesús les respondió y dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada”.

La manifestación sublime del Señor habla a lo profundo del corazón: “He aquí el corazón que ha amado tanto”.

Amigo lector (a) ¿Qué respuesta le darías? ¿La tienes y no la puedes decir? Te ve vacilante al no tener nada que explicar, a pesar de ello va al corazón a fijar que en él sea imborrable su palabra; “Sí me amáis, guardaréis mis mandamientos” Entendemos, así como ama Dios a las almas sea correspondido no solo en palabra o en los cumplidos sino en las obras, las palabras del mundo van y vienen, pero serán diferentes cuando el pecador las dirige a Dios con fe y confianza las convierte en obras, pero dejar volver la disyuntiva que desvirtúa el amor de Dios por las almas y vencida por el pecador deja atrás esas caídas y toma como divisa de salvación: Todo el que ama, vuelve según el Evangelio, el que no ama no puede cumplir los preceptos de Cristo Nuestro Señor.

Reza el Evangelista; “Del amor de Dios brota de por sí la obediencia a su divina voluntad”.
El llamado que ilumina el horizonte de la vida en un día de frescura, esplendoroso y soleado, a meditar al Doctor de la Gracia San Agustín sobre el amor de Dios reconociendo sus obras como la viva expresión de su amor; “Nos ha dado y colmado de tantos beneficios que nuestra alma desfallece, y termina anonadada por completo ante la consideración de tantos beneficios suyos.

Y aunque no podamos devolverle tanto amor y reconocimiento y tantas acciones de gracias, como conviene, con todo debemos compensarle con cuanto amor y gratitud seamos capaces”.

Vamos a confirmar el amor de Jesús, este nace del corazón, del nuestro, así debiera ser al conocer su legislación de amor, agradecer su amoroso deseo, apasionado y ardiente que mantiene ferviente e intenso, semejante a un volcán a punto de hacer erupción, la emisión violenta no es explosiva de lava y rocas encendidas, sino de bienes, gracias y dones siempre dispuestos a ser avivados en la oveja que vuelve a su redil, esto y mucho más encontraremos en su declaración amorosa a sus discípulos y la posteridad de los siglos: “El que no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envío” Dios revela a este respecto su deseo anhelante, todo lo que viene de Él no es de Él sino que viene de Dios su Padre, y de nuestra parte la convicción de que su enseñanza viene directamente de la parte más alta de la gloria eterna, que miserables hijos dejamos de lado el amor más grande que jamás existirá en el mundo en cada alma: el amor de Dios.

San Pablo dispuesto a orientar, guiar y adiestrar en el amor que Jesucristo Nuestro Señor da a conocer; “Aunque yo hable la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe” Evitemos confundir lo que se dice por amor dado que hay imitaciones, atentos a no dejarse llevar; sentimentalismo, beneficencia humana que hace por quedar bien, no por amor a Dios, limosna ostentosa nos hará reconocer: la caridad es en todo amor verdadero, de no ser así no será verdadero en el alma el amor de Jesús que nace del corazón.
hefelira@yahoo.com

 

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