REFLEXIÓN DOMINICAL

Antonio Fernández

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La Majestuosa transfiguración del Señor

…"Y se transfiguró delante de ellos; resplandeció su rostro como la luz"… (Mt 17, 2 )
domingo, 8 de marzo de 2020
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A propósito del tiempo de Cuaresma bueno es recordar la máxima para el bien de alma: “Quien ora se salva” En Carta de San Pedro-Testigo ocular de la transfiguración del Señor-expone; "El (Jesús) recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando de la gloria majestuosa le fue enviada aquella voz; Este es mi Hijo amado en quien Yo me complazco.

Antes de seguir a Cristo en su gloria, habremos de cultivar nuestra fe en Él pasando por la prueba de esta vida. Nuestra conciencia, conociendo nuestra debilidad llama a permanecer en el amparo de la gracia conservar alma y corazón en la práctica de una vida ordenada de santidad, por eso, fortalecida el alma contra los tropiezos, incitaciones y seducciones San Pablo exhorta a los tiempos fortificar el alma en el deber por excelencia; "Esta es la voluntad de Dios; vuestra santificación".

El mismo apóstol al hablar de la luz que ilumina el corazón en medio de las tinieblas, muestra que Dios por nuestra fe concede el bien a descubrir la dulzura del amor en su divino corazón, viendo el Señor en el cristiano católico cuando alejado de la maldad humana su corazón en estado de gracia, percibirá el bien del amor de Cristo Nuestro Señor fluir como torrente en las facultades del alma, todo ello pasa inadvertido para el incrédulo desconfiado y escéptico alejado de los bienes que Nuestro Señor ha depositado en su corazón, siendo la duda que encenderá la soberbia maligna y perversa en él como a muchos ciega su corazón porque su fe es nada.


San Juan Crisóstomo descubre el bien de esta semejanza; "Los hijos espirituales se asemejan al padre terreno en lo corporal; los hijos espirituales se asemejan a Dios, en la verdad y en la santidad del amor"… Cierto, de los hijos del padre de la tierra escuchamos de muchos decir el orgulloso parecido del rostro, cuerpo y comportamiento ello envanece al padre, la madre y al mismo hijo; pero no se escucha nada que indique la semejanza afín del alma de ese hijo y de todo ser humano para con Dios, lo que debiera colmarnos de gozo, no tenemos que ir por caminos inciertos solo ir por el único señalado a la salvación eterna, cuya consecuencia es la santidad del amor a Dios a través de la vida terrena sean su palabra nuestras obras y pensamientos sirviendo al prójimo como a Dios mismo, la luz interior del alma ira de menos a ser intensa.

Reza el salmo: "Un corazón arrepentido Dios nunca lo desprecia". ¿Qué cuesta corregir la dirección de la vida del pecador? San Pablo adoctrina: "Dijo Dios: Brille la luz desde las tinieblas.

Es quien resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo". ¡Sencillas palabras guardan los bienes que la humanidad necesita! El mal corazón impide reconocerse valorar el verdadero amor.

Al ponernos frente un espejo ¿qué vemos? Desde luego nuestra persona como es, el espejo dice la realidad física del cuerpo, la ropa que llevamos, pasando un fugaz pensamiento que dice todo en un pequeño momento: la conciencia habla: ¿Qué vez en tu persona? Vez el corazón tus sentimientos internos, en tu rostro el semblante dice a la mente como eres y lo que eres, rehuyendo lo que se ve nos vemos y decimos: "¿Ese soy yo?".

¡Sí! se tiene a la vista la conducta de las pocas actitudes buenas y las muchas malas, en segundos señala lo que se es y no debe hacerse se hace, el reclamo de la conciencia es a las imperfecciones y la necesidad de obtener indulgencia del Señor, mantener el alma hasta el final de la existencia a vivir el gozo del deber cumplido, si lo hubo.


Caridad es pedir por las almas que caminan sujetos a una conducta de satisfacciones, gustos y ambiciones sin medida, donde la egolatría, mezquindad y miseria miran a lo que envanece y se ostenta sin entender que toda satisfacción es pasajera, atado a la inclinación y el momento frívolo se vuelve una y otra vez al mismo pecado hasta que el deleite efímero se convierte en habito arraigado, en pasión tolerada que se asemeja a la droga, que cuando ha pasado el efecto se busca con ansiedad extrema volver a lo mismo para sentirse "engrandecido" siendo una satisfacción ilusoria, hasta perder la vida por una sobre dosis mientras llega el término de la existencia de una vida infeliz de esclavitud: pecado llama a pecado, el tentador induce responder al placer.

¿Cómo prevalecer y controlar esta condición de vida? -Difícil hacerlo- pero no imposible luchar por elevar el alma a lo divino, no a lo humano, echando fuera de sí el dejar hacer y dejar pasar la complacencia, que niega el orden espiritual, moral, familiar y personal donde nada significa cumplir como hijo de Dios.
El ser humano sin sentimientos balancea su conducta en lo que le conviene, va contra el prójimo del que obtiene provecho: miente aquí, engaña halla, niega, exagera en todas estas maniobras el inicuo engañador hábil se mantiene en lo que hace, pero cuando el Señor sacude su interior borrascoso lo que ha robado, apodero y sus actos perversos se le acaban, culpa a todos de su derrota, ¡Claro! no reconoce la causa de sus errores, ni ve su realidad, puede una luz a su mente decirle careces los bienes del alma.

has vivido engolosinado en la relajación, alerta San Pablo; "Y no toméis parte con ellos en las obras infructuosas de las tinieblas".
La luz en el alma fiel al Señor clarifica en el corazón los bienes perdidos durante el tiempo de pecado, arrepentido razona la necesidad del conocimiento de la gloria de Dios surge en el pecador la súplica, dice el evangelista; "Y la luz luce en las tinieblas".

Es cuando el Señor apreciando la realidad del verdadero propósito de enmienda, concede al pecador la gracia de encontrar en el Rostro de Cristo su gloriosa majestad.

Dice San Cipriano: "Jesucristo es nuestra luz, no sólo porque nos revela los secretos de la salvación, y la eficacia de una vida nueva, sino también porque nos descubre la malicia y los fraudes del diablo para preservarnos así de ellos".

Por eso, la vida espiritual es distinta a la vida promiscua, perversa y maliciosa, la vida del cristiano católico es recogimiento, abstraerse del mundo demostrarse así mismo, que al enemistarse con su Creador rechaza su perdón negándose recibirlo lo pierde y al no querer conservarlo se abisma de la voluntad del Señor, la oración es el bien por excelencia que acercar al pecador contrito al corazón amoroso de Jesús, majestad divina del Padre.


El alma arrepentida de corazón noble lucha por ganar y mantenerse en gracia, pero el pecador recalcitrante, incrédulo, timorato y banal que rechaza y niega al Señor, en su persistente actitud denota "algo" y Dios ve que no es verdad cuando dice no creer, si cree; su rechazo es un temor que lo agobia porque vive en su interior la lucha del bien y del mal, pero el resquemor lo domina y priva de acercarse al Señor a solicitar su perdón, la conciencia reclama y ve lo que el ser humano no ve, por ella el pecador recibe el valor trascendente de la gloria eterna, la conciencia estimula, no da tregua ni se detiene a buscar los medios para que el pecador se salve, lo obliga a que él haga, es su necesidad de salvación a la que debe ir, así será hasta que lo haga para bien el alma del pecador: ¿Cuántos bienes tenemos, que no recapacitamos en ellos entregados por Dios sin solicitarlo? Su amor por las almas es la salvación que está en su corazón, su amor busca despertar el amor latente hacia Él; hacer entender que así vencerá a la soberbia maligna y exaltará la nobleza de corazón descubrirá lo más sublime del alma que le ayudará en su momento encontrar en el rostro de Cristo Nuestro Señor la paz y tranquilidad del alma, la superación espiritual que no tuvo en su vida pasada, su Angel de la Guarda revivirá en el cristiano católico el camino al Señor, el esfuerzo en la fe recibirá de su bondad entender, que viendo al Hijo, ve al Padre y al Espíritu Santo majestad del Señor en su gloria eterna, dice San Juan: "El que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre".

Y tampoco tiene al Espíritu Santo. ¿Qué hacer para asimilar en nuestros actos la revelación del Apóstol? Sencillo, es de fe corresponder al amor de Dios con amor a su bondad infinita, con fe, confianza y fidelidad confesar que Jesús es el Hijo de Dios, en Dios permanece, y Dios está en él.
En la Transfiguración del Señor la fe de los discípulos del Señor le es bien conocida, su fe está muy por encima de la gente que lo ha escuchado, estuvieron presentes en sus predicaciones, testigos de sus prodigiosos milagros, a Nuestro Señor no fue importancia carecieran de preparación o conocimientos religiosos, lo que conoce el divino Maestro es su fe en Él, reza el evangelio: "Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte".

Los discípulos son predilectos de su Maestro porque su credulidad es cada vez más consolidada por ello los llevó con Él, veamos en ello una enseñanza, cuando nuestra fe sea firme y consolidada en el Señor el alma es propicia a recibir su llamado, esto no quiere decir que de inmediato esa alma morirá para ir a Él, no, es para que vivir con plenitud la santidad de su nombre, la santidad de su palabra, la santidad de sus obras, mantenerse en ello en la lucha contra la tentación como Él nos ha enseñado, es obedecer al deseo que en todo hijo de Dios es obligación.

Al llamado de Nuestro Señor Jesucristo en los discípulos ninguno replico a su Maestro, fueron confiados como debe irse al Señor porque en ellos es la fe y confianza en su palabra.

Rodeados por la oscuridad en el monte, dijéramos, una boca de lobo, orientan sus sentidos en la oscuridad donde escuchan la voz de su Maestro en sus oraciones fijan su rostro en tierra, cuando en medio de esa oscuridad poco a poco va apareciendo una luz que rodea a su Maestro, de menos va a más hasta ser resplandeciente la iluminación que desaparece la oscuridad de la noche siendo más intensa, dice el evangelio: "Y se transfiguró delante de ellos; resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz".

Quiso Jesucristo Nuestro Señor vieran desde el principio su cuerpo luminoso, conociendo a su Maestro como está en la gloria eterna, hablando de la naturaleza de los cuerpos resucitados dice San Pablo: "Sembrado cuerpo natural, resucita cuerpo espiritual; pues si hay cuerpo natural, lo hay también espiritual".
Las almas en la gloria eterna serán semejantes al cuerpo transfigurado de Jesús.

Refuerza la visión San Jerónimo: “Se transformó, sin perder su cuerpo verdadero, no tomando un cuerpo aéreo. El resplandor de su rostro y el candor de sus vestidos fue un cambio accidental determinado por la gloria del alma que en ellos se manifestaba.

"Ver el rostro resplandeciente de su Maestro, y sus vestidos en un blanco tan intenso lastimaría sus ojos, fue impresionante nunca imaginaron ver a su Maestro en esta forma, afirmó su divinidad ante su vista les ha concedido la gracia de admirar su majestad gloriosa: "Y he aquí que les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con Él".

Recordemos el patrocinio; Moisés representa la ley preparada por él para la venida del Mesías, como Legislador, rinde reconocimiento al Legislador supremo que dijo: "No he venido a destruir la ley, sino a dar cumplimiento".

Los discípulos escucharon con claridad lo que el Señor y ellos conversaban sobre su Pasión, muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos confirmando la verdad que les ha anunciado.

El esplendor del momento embelesa a los discípulos ha sacudido su corazón, por la visión, aprecian el esplendor de la santidad sublime de Dios, no hay palabras que expresen la magnificencia de esta revelación del Señor, movidos sólo por el deseo de servir a su Maestro, dice el evangelio: "Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: Señor, bueno es que nos quedemos aquí.

Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés y otra para Elías". El impulso de Pedro motivado por detener ese momento que los ha embargado de dulzura, anima a su ser el deseo de que continuará el gozo en su alma, no era el cuerpo el que se gozaba en este momento sino sus almas, la inocencia de Pedro habla no sabiendo lo que está diciendo, desborda gozo su corazón e intenta continúe la visión de la humanidad glorificada de su Maestro, preguntamos.

¿Cómo será la eternidad para las almas que merecen ver cara a cara la grandeza de la divinidad? Obrando bien y evitando el mal.
"No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo a Él".

Es la misma voz del Padre que se escuchó cuando Jesús fue al río Jordán a ser bautizado por Juan, reza el evangelio: "Y una voz del cielo decía; Este es mi Hijo, el Amado en quien me complazco".

El Padre hizo la revelación del más grande de los misterios, en él reside su infinito amor de Padre a su Hijo Unigénito. La nube envolvió a los discípulos, el resplandor de Jesús, Moisés y Elías es la manifestación de la presencia de Dios anunciando su majestad y realeza divina, ocultados los tres personajes de la vista de los discípulos atemorizados con su rostro en tierra, escucharon de la voz del Padre su mandato que es para todos los siglos la aprobación de la divina pasión del Hijo, dio su mandamiento en dos palabras; ”Escuchadlo a Él"Así consolidaran su fe ante las persecuciones, martirios, persecuciones y aflicciones.

"Y los discípulos al oírla, se prosternaron rostro en tierra, poseídos de temor grande". La voz del Padre se impone y el miedo se apodera en ellos, no quieren hablar ni moverse, queda demostrada la debilidad humana reza el evangelista; "Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y le dijo: Levantaos: no tengáis miedo.

Y ellos alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Vuelve la normalidad. Dice San Jerónimo: "Estaban tendidos en el suelo y no podían levantarse, por esto se acerca con clemencia para que, tocándoles, se ahuyente su temor y se vigoricen sus miembros; y lo que hace con el gesto, lo dice también de palabra: "No temáis, así conforta el Señor las almas atribuladas que temiendo perder la gloria ante los embates del demonio, escuchan la palabra confortante de Jesús; "No temáis".

"Venid a Mí benditos de mi Padre". No desea la Gloriosa Majestad de Jesús desánimo, quiere fe y confianza en Él, en la humillación de su Pasión, Crucifixión y muerte la majestuosa grandeza de su Transfiguración.
hefelira@yahoo.com

 

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