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Quedan los rastros del caos y pánico

Vehículos carbonizados en las calles, sangre en el pavimento y casquillos de balas fueron algunas de las evidencias que permanecieron casi 24 horas como recordatorio de la jornada violenta. Foto: EFE
La ciudad olía a humo, pólvora, sangre y rabia. Fue un golpe fulminante a Culiacán.
sábado, 19 de octubre de 2019
Por: Marcos Vizcarra
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Agencia / Reforma
Culiacán, México (19 octubre 2019).- La ciudad olía a humo, pólvora, sangre y rabia. Fue un golpe fulminante a Culiacán.
Miedo.

Terror. Desesperación. La sangre se quedó regada en las calles. Seca y brillosa. Los rastros quedaron por todo el sector Tres Ríos, Santa Fe, Las Quintas, Chapultepec y el Centro de Culiacán.
"Había balazos por aquí y por allá, nosotros tenemos un negocio aquí de comida y toda la gente se metió", recuerda Víctor Solís, comerciante del sector.
"(La gente estaba) asustada, había dos mujeres embarazadas.

Estuvieron como tres horas hasta que se calmó todo, ya que no se escucharon disparos, porque se escuchaban muchos disparos por aquí, por allá, por allá, por acá, por acá había muchos disparos".
Culiacán amaneció en silencio.

Angustiante. Un día antes, cuando se anunció la suspensión total de clases, también se decidió no salir de casa. Fue un toque de queda no oficial, porque de madrugada todavía sonaban los balazos, se seguían quemando carros, tráileres y camionetas del Ejército en las calles.
Eran los rastros de los bloqueos y el control del Cártel de Sinaloa en una ciudad que quedó a su merced y chantaje para evitar que Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", fuera detenido por el Ejército.
Eran las 6:00 horas y no había nadie en la calle.

Este viernes amaneció sin luz. Nadie caminaba ni salía a correr. Tampoco los camiones retumbaban las calles y avenidas de la ciudad. Por todos lados había negocios cerrados.
Eran gasolineras, supermercados, tortillerías, abarrotes, restaurantes, farmacias, tiendas de conveniencia con las cortinas abajo.
La ciudad permaneció paralizada, aunque una noche antes Gobierno del Estado aseguraba tener el control de la situación.
A las 7:00 horas el Aeropuerto de Culiacán informó que se abría de forma parcial, que recibiría pasajeros y que se activaban las salidas.
Para la central de autobuses esa apertura ocurrió hasta las 8:00 horas.

Hasta esa hora, ya con luz de día, decidieron reanudar operaciones.

Un día antes no. Todo era hasta nuevo aviso.

"Les pedimos que se bajen del autobús.

Nos están avisando que si nos vamos a Culiacán nos pueden secuestrar, que hay balaceras por todos lados y las casetas están tomadas. Les vamos a regresar su dinero", dijo el chofer de un autobús Unidos de Sinaloa a pasajeros en Mazatlán.
Hubo personas que se quedaron a dormir en la Central de Autobuses, así lo prefirieron a salir y buscar algún hotel por la madrugada, cuando aún sonaban balazos.
Culiacán estaba ausente, todos desde casa, escuchando noticias y siguiendo las declaraciones de Presidencia y el Gabinete de Seguridad.

Mientras, todo iniciaba y se revelaba el caos.

Los cuerpos, los vehículos quemados, el tizne en la calle y los casquillos de bala de un día antes se quedaron ahí, tirados, como evidencia de que un día antes la autoridad fue rebasada.
Pasaron casi 24 horas y ahí seguían las evidencias, que incluían una camioneta de la Secretaría de la Defensa Nacional y un camión de la Guardia Nacional con marcas de bala.



Los cuerpos de hombres desangrados en las banquetas.

Para las 15:00 horas, un día después de la toma de Culiacán, las calles habían sido limpiadas por Servicios Públicos, los únicos burócratas que trabajaron, todos los demás prefirieron quedarse en sus casas.

 

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