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Les llueve en la Plaza México

José Miguel Arellano fue quien más lució. FOTO: Cortesía Tauriagencia
El clima y el poco juego de los novillos impidió el triunfo de los toreros en la Plaza México en donde el que más lució fue José Miguel Arellano que salió al tercio.


lunes, 16 de septiembre de 2019
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Guillermo Leal
Agencia/Reforma
Cd. de México

El clima y el poco juego de los novillos impidió el triunfo de los toreros en la Plaza México en donde el que más lució fue José Miguel Arellano que salió al tercio.

El primero de Xalmonto, ganadería tapatía, de preciosa estampa, resultó soso y deslucido.

Manuel Gutiérrez quien lo lanceó con variedad y colocó banderillas, luego ya con la muleta muy poco pudo hacer.

El astado dobló con una estocada y Gutiérrez oyó palmas.

Antes de salir el cuarto novillo se soltó un aguacero que antes del inició de la faena de muleta inundó el ruedo.

Manuel estuvo voluntarioso y con muchas ganas de agradar bajo la fuerte lluvia.

Se pensó después de que el hidrocálido terminó su faena en suspender el festejo.

Milagrosamente la lluvia desapareció y continuó la novillada.

El espigado novillero José Miguel Arellano, debutante esta tarde, lanceó bien en el segundo del festejo.

Con voluntad y buscando hacer el toreo bueno, Arellano se enfrentó a un astado que salía con la cabeza a media altura.

Dejó una estocada ligeramente caída que no fue suficiente y escuchó dos avisos, pese a ello salió al tercio

Con la arena muy mojada, pero sin lluvia, José Miguel enfrentó al quinto, un animal que hasta ese momento fue el de mayor recorrido y con el que el también aguascalentense lució en algunos muletazos.

La estocada fue caída pero lo sacaron al tercio.

De rodillas en los medios de la plaza y con una larga afarolada recibió Pedro Bilbao al tercero del festejo.

Variado estuvo con el capote el también aguascalentense.

Tampoco con la muleta hubo colaboración del astado que resultó muy deslucido.

Hubo voluntad del torero quien falló al matar y oyó dos avisos.

En el sexto, se quedó parado, volvió a llover y Pedro Bilbao no lo vio claro.

Tardó en matar y oyó un aviso.

El encierro de Xalmonto, gordos, bien comidos, de corta cornamenta, cumplieron con el caballo y salvo el quinto que tuvo más recorrido, los demás resultaron sosos.

 

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