Nacional  /  Salud
0
Votos
Nota Aburrida
Nota Interesante
Temía Córdova miles de muertos por A H1N1

José Ángel Córdova Villalobos encabezaba la Secretaría Salud durante la crisis por A H1N1 hace una década. Foto: Archivo
Hace 10 años, cuando aún no sabían si el oseltamivir sería efectivo contra el virus de la influenza, el doctor José Ángel Córdova Villalobos temía que la epidemia alcanzara niveles catastróficos
martes, 23 de abril de 2019
Por: Natalia Vitela
Comparte esto en Facebook
Comparte esto en Twitter
Comparte esto en Digg
Enlarge Font
Decrease Font
Agencia / Reforma
Cd. de México (23 abril 2019).-

Hace 10 años, cuando aún no sabían si el oseltamivir sería efectivo contra el virus de la influenza, el doctor José Ángel Córdova Villalobos temía que la epidemia alcanzara niveles catastróficos, con miles de muertes e incluso con cadáveres tirados en las calles.

Entonces, recordó, imploró:"¡Dios mío, no lo permitas!".

En entrevista, el médico, que entonces encabezaba la Secretaría de Salud, contó que el País estaba preparado para la llegada del virus A H5N1, pero no para el A H1N1.

La Administración previa, a cargo de su antecesor Julio Frenk, tenía estudiado y ajustado el protocolo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la posibilidad de que llegara al País el virus A H5N1, pues en Asia ya había transmisión.

Se previno y adquirió una reserva de oseltamivir, aunque no se tenía certeza de que este medicamento fuera útil para combatir el virus.

Los primeros indicios del virus A H1N1 ocurrieron la segunda quincena de marzo de 2009 en Perote, Veracruz.

Los afectados fueron niños, por lo que el comportamiento de éste fue benigno.

Después, a finales de marzo, una mujer embarazada en Oaxaca murió víctima de una neumonía fulminante.

Cuando se hizo la autopsia, el patólogo sospechó del virus del SARS, lo que fue desechado, pero no quedó claro de qué se había infectado y otra alerta quedó activada.

"Empezamos a ver, a principios de abril, en la Ciudad y en el Valle de México un aumento exagerado de casos de neumonías de focos múltiples y fulminantes.

En muchos casos, de pacientes jóvenes que tenían alguna otra patología. Además, ya estábamos en abril y, normalmente, la mayor parte de los casos se presenta en noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo todavía, pero en abril ya casi no".

Ese jueves 23 de abril, Córdova Villalobos se alistaba para reunirse en Chiapas con autoridades estatales y de Guatemala, país que haría una donación a México de insecticidas y larvicidas contra el dengue.

Pero alrededor de las 15:30 horas, el entonces subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud y la titular del Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos le notificaron que el virus que azotaba al País era el A H1N1 y era desconocido.

"Me dijeron: 'Nos mandaron la secuenciación genómica de Canadá y el resultado es que se trata de un virus nuevo, no conocido.

Afortunadamente no era A H5N1", comentó.

Se trataba de un virus de origen animal, básicamente porcino, fácilmente transmisible, cuya letalidad se desconocía.

"Ante la certeza de lo que estábamos enfrentando, marqué el teléfono rojo, el cual pocas veces usaba, para comunicar la situación al Presidente (Felipe) Calderón.

En 10 minutos estábamos platicando con él en Los Pinos", dijo.

"El Presidente tomó notas... y me dijo: 'Tú eres el que toma las riendas de esto y nos dirás lo que vamos a hacer.

Por lo pronto, hoy mismo voy a convocar al Gabinete de Seguridad'.

"Ese 23 de abril de 2009, después de las 11 de la noche, en uno de los programas de televisión salimos anunciando esto, tratando de no apanicar nadie, pero con el propósito de que la gente tomara precauciones porque no sabíamos ante qué nos estábamos enfrentando".

Según el protocolo de la OMS, precisa, una de las acciones principales era el distanciamiento social, el cual duró al menos dos semanas.

Otra medida estratégica y para lo cual se solicitó el apoyo del Gabinete era reducir la actividad industrial para tratar de acabar de cortar la transmisión.

Las dos o tres semanas posteriores hubo que montar los equipos de diagnóstico.

"En ninguna parte del mundo se tenían equipos de PCR específicamente para hacer el diagnóstico del virus de influenza; esto se hacía por inmunofluorescencia", relató el médico.

El País además recibió apoyo de la OMS y la OPS.

También fueron cruciales las medidas higiénicas que adoptó la población, el lavado de manos, por ejemplo, así como el uso de los cubrebocas que se repartieron.

Un tema delicado y riesgo, apuntó Córdova, era la posibilidad de que se desbordara la demanda de atención medica.

"Mucha gente al saber que era un virus respiratorio que se transmitía fácilmente y tenía síntomas iba (a los servicios de salud) pensando que era influenza.

Así que desarrollamos una estrategia sólida para tratar de contener esa demanda de consultas", explicó.

Se desplazaron a la Ciudad de México alrededor de mil unidades de las llamadas caravanas de la salud.

Debido a que las pruebas rápidas eran un volado, pues su eficacia apenas alcanzaba el 50 por ciento, se determinó que mediante exploración clínica era posible establecer casos sospechosos a los que les daban medicamento de influenza, aun sin la prueba de laboratorio.

En unidades médicas y hospitales se implementó la estrategia de separar las áreas de urgencias para pacientes con enfermedades respiratoria, de las otras emergencias.

Si el personal sospechaba de influenza daba el tratamiento al paciente, quien se iba a casa o era internado, según su condición.

"Teníamos que reforzar el número de ventiladores o respiradores para los enfermos que tenían que ir a terapia intensiva y ser entubados", señaló el ex titular de la Ssa.

En muchos casos esto se debió a la automedicación de antibióticos, los cuales habían ocultado la enfermedades, y cinco días después los pacientes ya estaban muy graves".

A 10 años de distancia, el médico reflexiona que sin la previsión respecto a la adquisición del medicamento la historia sería distinta.

"Obviamente el laboratorio no se lo esperaba.

Nosotros teníamos los tambos donde estaban los graneles de medicina que se habían comprado en la época en la que el doctor (Julio) Frenk fue Secretario de Salud", recordó.

"El otro desafío era convertir eso en medicamentos.

Se hicieron jarabes y luego cápsulas y se empezaron a repartir en toda la República, mientras el laboratorio pudo también traer el medicamento para que estuviera a disposición también en los hospitales privados y algunos públicos".

Lo que calificó como extraordinario fue el que este medicamento fuera útil para atacar al virus.

"Uno de los grandes temores que uno tiene en enfermedades infecciosas es que el paciente no responda al medicamento, particularmente en los virus que son los microorganismos más agresivos y contra los que menos medicamentos había en ese entonces.

Afortunadamente hubo una extraordinaria respuesta al medicamento", indicó.

La crisis estuvo controlada entre el 9 y 10 de mayo. La transmisión era mucho menor: ya sabían tratarse los casos y había una cultura en el gremio médico y otro personal de salud para rescatar a estos pacientes.

Pese a que se insinuó que se trataba de un invento del Gobierno, se logró la credibilidad y la población tomó precauciones.

"Todo el personal de salud y el sector se puso las pilas.

La OMS calculó que si no se hubiera actuado como se actuó, en lugar de ser mil 760 muertes, habrían sido de 10 o 15 mil muertes o más".

Para Córdova Villalobos, fueron 10 días complicados, de gran tensión y angustia en los que perdió un kilo de peso por día.

"Ni dormía, ni comía bien con la tensión. Al final es una gran satisfacción".

 

Opina sobre este artículo

Nombre   Email  
Título
Opinion

Otras Noticias