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• Comuníquense: La mayoría de los padres buscan platicar y comunicarse más con sus hijos, especialmente en la adolescencia, pero cuando ellos estén listos, ¿tú lo estarás? Simplificar sus experiencias y emociones o compararlas con las tuyas, no te ayudará a acercarlos, al contrario, los alejará por completo.
Mejor escúchalos y no los critiques, si ellos quieren consejos, espera a que los pidan.
• Pasen tiempo juntos: Pasar más tiempo juntos ayudará a que los miembros de tu familia se sientan cerca el uno con el otro y formen una conexión.
De hecho, varios expertos recomiendan comer juntos lo más posible para mejorar la convivencia y la salud mental de los más pequeños.
Aunque no lo creas, esos 5 minutos podrían ser la mejor solución para sus problemas familiares.
• Salgan de casa: Pasar tiempo juntos es el primer paso para conectar y crear una fuerte relación familiar.
Varios estudios han demostrado que pasar ese tiempo lejos de casa con un buen clima, propiciará un ambiente de felicidad y calma. Y no es tan difícil, la clave está en buscar actividades en grupo como salir en bicicleta, ir a la playa o a un parque y disfrutar de todos los beneficios de salir de casa.
Además, el ejercicio brinda beneficios directos, tanto en la salud mental, como en la física.
• Más regalos: Un estudio hecho en el 2008, demostró que las personas son más felices al regalar un detalle que al recibirlo.
Por esto mismo, te recomendamos ofrecer un pequeño pedazo de lo que tienes a los que más quieres: tu familia. Y no necesariamente tiene que ser algo comprado, al contrario, una carta o unas horas de tu tiempo serán el mejor detalle para los que te aman.
• Más sonrisas: Crear un hogar positivo es la clave para un ambiente familiar productivo.
Al reír más y pensar de una forma alegre, fortalecerás las emociones positivas, las cuales mejorarán la atención e incrementarán la productividad.
Además, las sonrisas estimulan los mecanismos del cerebro aún más que el dinero, el chocolate y los premios. Por si fuera poco, este simple gesto alivia el dolor mental… ¡y el físico!