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El ingreso es, sin duda, uno de los factores preponderantes a la hora de decidir cómo alimentarse. Las carnes más magras­ —por ejemplo— son más baratas que las que no
sábado, 3 de noviembre de 2018
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(Agencia Informativa Conacyt) El ingreso es, sin duda, uno de los factores preponderantes a la hora de decidir cómo alimentarse. Las carnes más magras­ —por ejemplo— son más baratas que las que no lo son, pero también son mucho menos nutritivas.
Los consumidores buscan una relación entre lo que les guste más, lo que sea más barato y lo que les llene más, dejando de lado el factor de la nutrición.
Paloma Villagómez Ornelas, doctoranda por El Colegio de México en ciencias sociales con especialidad en sociología, ha dedicado su investigación a la pobreza, desigualdad y alimentación.
“La sociología de la alimentación es un campo que estudia la alimentación no solo como una necesidad biológica y fisiológica, es decir, reconoce todos sus elementos socioculturales”, explicó en entrevista con la Agencia Informativa Conacyt.
La investigadora acotó que hay una diferenciación muy importante en México con respecto a la dieta según el estrato social, por lo que los hábitos alimenticios varían según el ingreso.
En general, tiene que ver con la cantidad pero también con la calidad de los alimentos que consumen.

Los estratos sociales con mayores ingresos tienen dietas mejor balanceadas. Esto no significa que dejen de comer alimentos no recomendables.
“Conforme el ingreso disminuye, la alimentación se va centrando en alimentos con poco aporte nutricional y más densidad calórica porque estos son más baratos.

En general, las dietas de las personas con bajos ingresos son voluminosas porque tiene que rendir con menos dinero”, agregó.
El ingreso es una de las variables que determina la cantidad y calidad de la dieta; sin embargo, no es el único factor.

Otra de las variables tiene que ver con fenómenos de segregación espacial.
Este es uno de los principales problemas que viven cientos de miles de personas en áreas rurales en las que su ingreso es bajo y además hay poca disponibilidad de alimentos, dado que la cadena de distribución comercial no los alcanza.
Otro de los argumentos es la falta de cultura alimentaria; no obstante, las investigaciones más recientes, asentó Villagómez Ornelas, han refutado esa hipótesis, debido a que han demostrado que la mayoría de la gente de los estratos sociales más bajos sabe que algunos de los alimentos que consume no son de los más recomendables, pero aun así los consume porque es para lo que le alcanza.
“En mi propia investigación, he observado que las familias con pocos recursos tienen claro que deberían de comer frutas y verduras, y que no hay que comer tantas carnes rojas o beber tanto refresco”, explicó quien fue becaria del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

 

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