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Antropólogas de la Universidad de Wisconsin sometieron a niñas de entre 7 y 12 años a pruebas estresantes, como hablar en público o resolver una serie de cálculos matemáticos, donde las infantes sintieron aumento de los latidos del corazón.
Durante las pruebas, algunas niñas contaron con la presencia de sus madres, otras recibieron una llamada de ellas, un grupo sólo recibió un mensaje de texto y las restantes no tuvieron ningún apoyo.
Las que escucharon la voz de la madre por teléfono o en persona mostraron una disminución del cortisol, la hormona del estrés, y un aumento de la oxitocina, la hormona del bienestar.
Los mensajes de texto tuvieron un efecto nulo, igual que el no tener apoyo.
Estos estudios concluyeron que la voz de una madre puede tener el mismo efecto que un abrazo, incluso si no está presente.
En un futuro se espera que se realicen investigaciones similares con hijos varones, y con hijas y padres, para ver si se obtienen los mismos efectos.