Jaime Elio Quintero García

Déjeme y le Platico de un Libro

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Recuerdos amargos

domingo, 27 de noviembre de 2016
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Déjeme amigo lector, recurrir nuevamente a lo escrito por el mejor y más juicioso observador del acontecer nacional, José Elías Romero Apis, experimentado constitucionalista, autor de libros que son textos obligados en las mejores escuelas de leyes y ciencias políticas del país.

Quien hace apenas unos días publicó en el periódico Excélsior de la Ciudad de México, un provechoso documento, aseado y rico en contenido histórico reciente (referido a los pasados 40 años mexicanos).
Escribe el Dr. Romero Apis, en el documento en mención, que los mexicanos hemos pasados por tan penosos descalabros económicos y sociales en las pasadas décadas, que somos incapaces de aceptar los logros obtenidos recientemente, merced a la estabilidad económica (macroeconomía), alcanzada desde mediados y fines del sexenio de Ernesto Zedillo, y hasta la fecha (segunda mitad de Enrique Peña Nieto e incluidos los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón).
Los traumas causados por las devaluaciones y el desastre petrolero, a fines de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, Salinas de Gortari y principios del presidente Zedillo fueron tan intensos y devastadores, que acabaron o pusieron en peligro de extinción a las clases medias mexicanas, formadas por los largos períodos de estabilidad económica, cambiaria, de crecimiento y confort mexicanos (desarrollo estabilizador), de los anteriores regímenes de la Revolución Mexicana.
Después de esa amarga y terrible época y hasta hace bien poco (casi 18 años), han prevalecido y crecido las tendencias federales hacia el orden y el mejor manejo de las finanzas públicas.

Atrás ha ido quedando, poco a poco pero de manera consistente y sostenida, el reinado del subempleo, la informalidad, el subdesarrollo y el déficit presupuestal.

Sin duda, avanzados y seguros precursores de la pobreza, la violencia y la marginación social.
El orden monetario nacional y financiero de los últimos lustros mexicanos, fueron y son ejemplo en toda América (incluido Estados Unidos), Europa y Asia continental, la del subdesarrollo me refiero.

Sin embargo, el temor, la desconfianza y el enojo social siguen estando presentes en todo el país, por considerar que 18 años de estabilidad y crecimiento, son muchos y es poco el bienestar social alcanzado.

La herida sin duda fue profunda, no termina de cerrar, la sociedad entera no se atreve aún a levantar la cabeza y mirar con optimismo hacia el futuro.
La supuración y transpiración virulenta y pestilente del pasado han sido la base y crecimiento de una sociedad malhumorada, cuya expresión se manifiesta en un contexto democrático insano, reactiva al menor y por supuesto, al mayor escándalo difundido en voz baja o públicamente.

Una sociedad proclive a creer más en lo malo que en lo bueno, una sociedad irreflexiva, sin esperanza y animada aún por el coraje que deja la insatisfacción y el descaro de los abusos.

En suma lo que ahora se etiqueta como mal humor social.
Un estado social inseguro y temeroso de todo, harto de sí mismo, de todo y de todos, incapaz de tocar fondo e iniciar su recomposición, su camino hacia un santuario feliz y prometedor para quienes vienen atrás.

Expuesto cada vez más, a la manipulación de falsos profetas, de los agoreros del retroceso y la incitación a la nefasta aventura de volver a vivir lo ya mal vivido.

Un estado social vulnerable e indefenso, dispuesto a creer cualquier cosa, lo que sea, menos lo que requiere esfuerzo, paciencia, prudencia, ánimo de progreso, sacrificio y perseverancia.
Vale y mucho, luego entonces amigo lector, leer a Romero Apis, no tan sólo por esta ocasión, su obra y su pensamiento filosófico son de gran estima individual y social, hágalo y seguro encontrará un mejor espacio de comprensión y salud social.


GRACIAS POR SU TIEMPO


¿Sabía Usted?
Mr. Kuinkelly

Las palabras o las expresiones lingüísticas que se importan de otros idiomas al español reciben el nombre de extranjerismos.

Ahora bien, la Real Academia de la Lengua aconseja utilizar mejor la palabra en español, salvo en ocasiones que la traducción no sea muy exacta por ejemplo: “blues” (tipo de música), y acepta algunos extranjerismos necesarios, como las palabras: “link” (enlace) o “software” (programa informático) cuyo uso está muy difundido y su uso es cotidiano.

Los extranjerismos que provienen del idioma Inglés, se llaman anglicismos, mientras que hay palabras que provienen lenguas prehispánicas y que incluso sin saberlo, las mantenemos en nuestro vocabulario.
Los nahuatlismos son las palabras que derivan del náhuatl.

De la revista digital +DeMX se extraen los siguientes nahuatlismos, palabras de uso común que no imaginaríamos su origen:
Acapulco: de acatl (carrizo o caña), poloa (destruir) y co (lugar), y significa algo como “sitio donde se destruyeron los carrizos”.

Achichincle: chichinqui (que chupa) atl (agua). Aguacate: de ahuacatl, significa testículo (en alusión a su forma). Apapachar: Apapachar viene del náhuatl patzoa que significa apretar.

Cacahuate: tlalcacahuatl, y este de tlalli, “tierra, suelo”, y cacahuatl, “cacao”. Canica: En el juego prehispánico de canicas el niño que verificaba cuál había sido la canica que había quedado más cerca del agujero, decía la frase ca, nican nican (que significa aquí estoy).

Se cree que el nombre del juego viene de esta alusión. Chapopote: se divide en tzacutli, engrudo, y popochtli, perfume. Chicle: tiene su origen en el náhuatl chictili.

Chile: de chilli. Chipote: a la hinchazón se le decía xipotl, que a su vez era el acotamiento de la palabra xixipochtic. Comal: de comalli. Coyote: de coyotl.

Cuate: de cóatl que significa mellizo. Elote: elotl, maíz tierno. Escuincle: itzcuintli (perro sin pelo). Aunque es usada para nombrar despectivamente a un niño, generalmente en tono de regaño, esta palabra viene del perro xoloescuintle.

Huachinango: de cuachilnácatl, carne roja. Jícara: de xicalii (vaso hecho de calabaza). Jocoque: de xococ que significa ácido, agrio o amargo.

Mitote: viene de las palabras mitotiqui (danzante) y de itotia (bailar). Olote: de olotl, que significa corazón. Papalote: viene de papalotl que significa mariposa.

Pepenar: de pepena. Popote: de popotili (paja). Tianguis: de tiyānquiztli (mercado). Tocayo: de tocaitl (sobrenombre o fama).
¡Si no lo sabía… créalo porque es cierto!

 

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