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Por: Jesús Rivera
Los hombres capturaron el enorme pez mediante un simple trasmallo, y fue necesario el esfuerzo conjunto para extraerlo de las aguas del río, ya que oponía fiera resistencia.
Ya fuera del agua lo golpearon en la cabeza hasta que ya no se movía, y después lo subieron a la cajuela de un auto para trasladarlo hasta el domicilio de uno de ellos, en la colonia Pedro J. Méndez.
Al estacionarse en una gasolinera ubicada sobre el libramiento Oriente, llamó la atención de automovilistas y transeúntes por su gran tamaño y aterrador aspecto.
Uno de los hombres mostró el trasmallo con el que lo capturaron y dijo que pedían cuatro mil pesos por la pieza.
Más tarde quisieron venderlo en la pescadería Los Catanes, en la colonia San Antonio, donde su dueño, Rodrígo Ríos, pescó un catán de similar tamaño en la cortina de la presa derivadora Anzaldúas, el primero de agosto del 2008.
Pedían 80 pesos por kilo, pero la esposa de Ríos les dijo que se pierde mucho al desechar la cabeza del animal.
El resto se aprovecha para hacer chicharrones o asar la carne en postas.
A pesar de que el catán o pejelagarto es una especie en riesgo de extinción, de acuerdo con las normas de PROFEPA, pescadores subrepticios aprovechan que no hay vigilancia en las márgenes del río para lanzar atarrayas o tirar anzuelos en la corriente del Bravo para pescar ejemplares de catán y carpas de tamaño mediano.
De vez en cuanto logran obtener un animal de más de dos metros de largo, como en éste caso.
Aunque llegan a crecer hasta casi los tres metros y pesar más de 130 kilogramos, en ésta región no se tienen registros de la captura de un monstruo de ese tamaño.