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Breves de deportes

Enchilados hasta las lágrimas
domingo, 19 de junio de 2016
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(EL UNIVERSAL).- Hasta “Eeeh pu...” le gritaron a Guillermo Ochoa.

Tantas marcas rotas, tantos discursos incomprensibles, tantas rotaciones y esperanza en el nuevo proceso para acabar en lo mismo: un fracaso peor que los de antes.

Juan Carlos Osorio tuvo su “Waterloo” en plena Santa Clara. Su invicto quedó en el olvido, la propuesta rebasada y su era truncada. México se quedó en el camino.

El “local” de la Copa América Centenario fue humillado por el campeón vigente Chile, al son de 7-0, con lo que se consumó el fracaso y la peor derrota histórica en juegos oficiales.

Atrás quedó aquel 6-0 en contra de la entonces Alemania Federal en el Mundial Argentina 1978. Es, también, la segunda peor de por vida.

Sólo superada por el 8-0 de Inglaterra, en un amistoso celebrado en 1961. Los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol y el mismo colombiano prometieron podio, y esto no se consiguió.

¿Fracaso? No... Ridículo en su estado más puro.

El principal responsable de esto es el cuerpo técnico. México nunca volvió al nivel mostrado en el primer tiempo contra Uruguay. Aunque pasó de fase, el equipo no era tan grande como se pregonaba.

Chile evidenció al Tri. Los andinos, un equipo técnico y físicamente superior, hicieron ver a México de segundo nivel. La alineación enviada por Osorio nunca funcionó.

Los goles cayeron por cascada, haciendo a Eduardo Vargas la figura de la Copa al anotar cuatro tantos. Ya lleva seis en el torneo, siendo el principal verdugo de los mexicanos, junto con Arturo Vidal, quien actuó como “Rey”, guiando a su equipo.

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Batalla por quedarse con uno de los 15 puestos Sub-23

CIUDAD DE MÉXICO, junio 19 (EL UNIVERSAL).- El recorte está cercano. De 25 jugadores que actualmente se encuentran concentrados con la ilusión de ser parte de la selección olímpica, sólo quedarán 15.

Batalla encarnizada por un lugar en Río 2016. Los jóvenes tricolores lo saben.

Quedan apenas unos días para que los aspirantes al Tri Sub-23 terminen por llenarle el ojo a Raúl Gutiérrez, técnico de esa selección.

Aún sigue pendiente la elección de los tres refuerzos mayores, que completarán el listado de 18 seleccionados a la justa brasileña.

“El profe nos ha dicho que los que estamos ahorita aquí tenemos la misma posibilidad y yo me siento así, con esa misma posibilidad de los que ya tienen el proceso de dos años con el profe”, considera el delantero Alejandro Díaz.

“Tuve el proceso Sub-17 de 2013 con él; me conoce bien y yo lo conozco a él”, se ilusiona el atacante surgido en las Fuerzas Básicas del Club América.

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Al cuarto intento le llegó el oro

CIUDAD DE MÉXICO, junio 19 (EL UNIVERSAL).- Conforme Raúl González devora los últimos metros de los 50 kilómetros de la prueba de caminata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, las gargantas de los 90 mil aficionados que colman el Coliseo inyectan decibeles de ánimo para el mexicano, que con su playera blanca y el número de competidor 639 en el frente, tiene acaparadas las miradas de los asistentes y centradas las tomas de televisión sobre él.

No es para menos, aventaja por seis minutos a su más cercano perseguidor, el sueco Bo Gustafsson, y está en camino de romper el récord olímpico.

La batalla de Raúl dentro del Coliseo es contra el cansancio y el fantasma de los jueces, que siempre van a la par de la marcha. Al resto, el neolonés los tiene rendidos.

En la penúltima recta de la pista de 400 metros, un aficionado irrumpe, trata de darle en la mano una pequeña bandera con palo de madera, como las que se ondean en las ceremonias escolares.

Pero González ni se inmuta, sabe que si toma el lábaro lo descalifican. Con paso de andarín baila con la gloria y finalmente la abraza a las 3:47.26 horas cuando atraviesa la meta y se toma el rostro para romper en un llanto dorado.

González es dueño de la presea de oro en la prueba más larga y agotadora de los Juegos. Sobre el tartán hirviendo por la alta temperatura del medio día del 11 de agosto de 1984, el regiomontano está llorando.

El sudor es desplazado por lágrimas que le causa la sensación de alegría y nostalgia. Después de cuatro participaciones olímpicas, Raúl llega a la cúspide de su carrera con el metal más anhelado y, dicho sea de paso, una medalla de plata que una semana atrás consiguió en los 20 kilómetros de marcha.

 

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