Ma. Teresa Medina Marroquín

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2016 tamaulipeco y 2018 presidencial

lunes, 27 de abril de 2015
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Resulta lógico que no pocos políticos tamaulipecos iniciaran hace tiempo movimientos estratégicos con miras a buscar la gubernatura que hoy ocupa Egidio Torre Cantú (cuya administración, mención aparte, ha sido todo un reto, distinta a varias que le precedieron, pero que ha sabido sacar adelante con visión de futuro y convicción de ofrecerle a la sociedad un verdadero cambio).
Evidentemente la actual contienda electoral acapara las grandes atenciones de la sociedad y atrae todos los reflectores de los medios, concentrado todo mundo en la disputa de los ocho distritos electorales federales.
Aunque eso no es obstáculo para voltear a ver el futuro y lo que nos traerá a finales de este año.
De hecho, el primero fue el diputado federal Enrique Cárdenas del Avellano quien fiel a sus convicciones de hablar claro y acorde con los tiempos de transparencia, dio a conocer su interés por postularse.
Otro que los medios han manejado es al Presidente Municipal de Victoria, Alejandro Etienne Llano, cuya estatura política no lo hacen nada descartable.
Aparece también el recién designado Secretario de Organización del CEN del PRI, Baltazar Hinojosa Ochoa, cuya muy elevada responsabilidad a nivel nacional lo mantiene vigente dentro de la jugada sexenal, aun cuando condicionada a convertir en ganador a Jesús de la Garza Diez del Guante.
Y quien igual la busca a la manera tradicional y sigilo de antaño es el también diputado federal Marco Antonio Bernal Gutiérrez, cuyo mérito, dicen los entendidos, fue haber sacado la Reforma Energética ganándose la simpatía del inquilino de Los Pinos, y no por su amistad con Manlio Fabio Beltrones.
(Por cierto, Bernal también acaba de asumir funciones como consejero del INE representando a la bancada del PRI en la Cámara Baja.)
¿Quiénes más?
Apuntemos en este tenor las probabilidades de los candidatos del PRI a sendas curules federales, Paloma Guillén Vicente, Miguel González Salum y Alejandro Guevara Cobos, incluso al presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso estatal y líder de los diputados locales priistas del país, Ramiro Ramos Salinas (quien ya anunció la inminente aprobación de la Ley Anticorrupción, con la que se frenaría el envilecimiento de la función pública).
Los opositores serían el alcalde de Nuevo Laredo, Carlos Canturosas Villarreal, el senador Francisco García Cabeza de Vaca y el abanderado del Movimiento Ciudadano, Gustavo Cárdenas Gutiérrez, destacando sólo los dos primeros.
No se ven otros o no los alcanzamos a ver, o simplemente andan cerca pero sin el peso político y sin las metas y principios de los anteriores.
No obstante, dentro de la llamada “minería política” se descubre que el relevo generacional ha transformado usos y costumbres, quizá por la velocidad de los tiempos o por consolidarle al PRI un proyecto transexenal sin el descalabro sufrido en el 2000 por Francisco Labastida ante Vicente Fox.
Esos escenarios son los que marcan la diferencia entre el 2016 tamaulipeco y el 2018 presidencial.
Lo que nos lleva a ver con lupa las actitudes asumidas por no pocos personajes encumbrados que desde ahora despliegan sus aspiraciones a la Presidencia de la República.
Sin considerar mucho los rituales políticos de un pasado que parecen jubilar las nuevas generaciones, aún resulta incomprensible que estando Enrique Peña Nieto enfilándose apenas a la mitad de su sexenio surjan diversos “tiradores” que poco les importa la prudencia política, desapegados a esas antiguas técnicas de equilibrio y disciplina que dejaban de tener efecto cuando llegaban las señales inequívocas del Gran Tlatoani.
Así pues, la impresión es que las experiencias de las generaciones pasadas son absorbidas por la inserción de México al vértigo desproporcionado e intemperante de los movimientos globales que suelen ser más políticos que económicos.
Se dejan venir bajo este nuevo contexto una cascada de aspirantes encabezada por el titular de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, sujeto a una implacable presión que se duda soporte el resto del sexenio, misma que padece el de Hacienda, Luis Videgaray, cuya movilidad tiene las mismas intenciones y riesgos que el de Bucareli.
Sigue Manlio Fabio Beltrones, que sin cargar el peso de aquellos y ser ajeno al poderoso grupo Atlacomulco, podría llegar ileso al 2018 y enfrentar (delo por hecho) a un achacoso Andrés Manuel López Obrador y a quien resulte de un panismo disputado por Gustavo Madero y Felipe Calderón.

Lo grave es que ninguno refleja la voluntad de conciliar los intereses de la élite y las demandas del pueblo. Ausente este factor, el país seguirá convulsionándose hasta que, Dios no lo quiera, se abandone toda esperanza.
¡Feliz inicio de semana!
tessieprimera@hotmail.com
columnaorbe.wordpress.com

 

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