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Los desterrados Reynosa, 1848

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domingo, 14 de octubre de 2012
Por: Antonio Campos Rodríguez
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T RISTE Y LARGA fue la noche para don Manuel del Rivero y su familia en aquel lugar que por muchos años albergó un hogar seguro.

Temores y angustias que había en su corazón los acosaban como perros de presa.

Hacía dos semanas que se mantenía al alba. Sus ojos no eran capaces de cerrarse y proporcionarle el reparador sueño que tanto necesitaba.

Cavilando en la soledad por la desesperación, se interrogaba: ¿qué esperar del día cuya llegada parecía demorar? ¿Acaso la vida tendría algún sentido que aún desconocía? ¿En las condiciones actuales, sería posible afirmarse de una vez y para siempre en algo sólido, firme como una roca?

¿A dónde iría a parar el esfuerzo y trabajo de tantos años, en aquellas tierras que desde tiempos inmemorables, eran el sustento de tres generaciones de Del Rivero?

Sus angustias y temores empezaron a disiparse un poco cuando se enteró que vía el correo de la cordillera, el gobernador del estado, Francisco Vital Fernández, hizo llegar al Ayuntamiento de Reynosa, catorce ejemplares del decreto expedido el día 19 de agosto de 1848 por el Presidente de la República, José Joaquín de Herrera en el que se comunica a las familias de mexicanos que quedaron en el territorio cedido de los Estados Unidos de América que si así lo desean, pueden ser repatriados a territorio nacional, o bien quedarse en sus lugares de origen y adoptar la ciudadanía americana.

Para tal fin señala el decreto, los interesados en ser repatriados deberán anotarse en las listas que están dispuestas en los antiguos ayuntamientos mexicanos.

Entrevistado don Francisco Candela, juez de la villa, señaló: «Es de capital importancia que los compatriotas sepan que ninguna autoridad norteamericana los puede presionar o coaccionar para que abandonen sus lugares de origen, posesiones y bienes materiales.

Quedarse en el hoy territorio norteamericano o regresar a la República Mexicana, es una decisión estrictamente personal».

El alcalde de nuestra villa, consciente del impacto causado a los mexicanos por la mutilación del territorio nacional que abarcó lo que hoy constituye los estados de California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México, Wyoming, Texas y parte de Colorado, nos ordenó reproducir textualmente el artículo VIII del Tratado de Guadalupe -Hidalgo, con la finalidad de que las personas involucradas en esta catástrofe al tomar noticia de ello tengan elementos de juicios que les permitan normar su criterio y tomar las decisiones que más convengan a sus intereses.

Tratado de Guadalupe - Hidalgo, celebrado el día dos de febrero de 1848 entre México y los Estados Unidos de América, con las enmiendas hechas por el senado americano y aprobadas por gobierno mexicano.

Artículo VIII.

Los mexicanos establecidos hoy en territorios pertenecientes antes a México y que quedan para lo futuro dentro de los límites señalados por el presente tratado a los Estados Unidos, podrán permanecer en donde ahora habitan o trasladarse en cualquier tiempo a la República Mexicana, conservando en los indicados territorios los bienes que poseen o enajenándolos y pasando su valor a donde les convenga, sin que por esto pueda exigírseles ningún género de contribución, gravamen o impuesto.

Los que prefieran permanecer en los indicados territorios podrán conservar el título y derechos de ciudadanos mexicanos, o adquirir el título y derechos de ciudadanos de los Estados Unidos.

Más la elección entre una y otra ciudadanía deberán hacerla dentro de un año contado desde la fecha de canje del las ratificaciones de este tratado.

Y los que permanecieren en los indicados territorios después de transcurrido el año sin haber declarado su intención de retener el carácter de mexicanos, se considerará que han elegido ser ciudadanos de los Estados Unidos.

Las propiedades de todo género existentes en los expresados territorios y que pertenecen ahora a mexicanos no establecidos en ellos serán respetadas inviolablemente.

Sus actuales dueños, los herederos de éstos y los mexicanos que en lo venidero puedan adquirir por contrato las indicadas propiedades, disfrutarán respecto de ellas tan amplia garantía como si pertenecieren a ciudadanos de los Estados Unidos.

«Es importante conciudadanos que en la medida de lo posible, tomemos este infortunio con cordura y mesura. Dimensionando en todo tiempo sus diferentes ángulos y facetas, estamos ciertos que no es sencillo aceptar que perdimos más de la mitad de nuestro territorio; para ser exactos un millón doscientos noventa y cinco mil kilómetros cuadrados.

»Sin embargo, no debemos asumir conductas de orgullo vencido, infortunios y ofensas que sólo incitan a la indignación. México es más que eso y aunque los norteamericanos pretendan convertirnos en una especie de Unicum sui generis que todo absorbe y aglutina.

Tenemos la capacidad e inteligencia suficiente para responder no con el corazón, sino con el uso de la razón.

»Con lo que quedó de territorio, aprestémonos a fincar para nuestros hijos y nietos, un México más unido, políticamente estable y democrático, con una economía competitiva y pujante que en un lapso muy corto, haga resurgir a este país de entre las cenizas.

»Recordemos que el falso orgullo patrio y la venganza son la prostituta de los débiles. México no es una meretriz», expresó con énfasis.

 

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